viernes, 10 de enero de 2020

La primera vez que Fidel Castro visitó Venezuela



Fidel Castro y Wolfgang Larrazábal
en Caracas, enero 1959.

La mañana del viernes 22 de marzo de 1948, recién llegaba a la redacción de El País, órgano periodístico de Acción Democrática y del gobierno que presidía el gran novelista Rómulo Gallegos. No me había acomodado aún ante el escritorio cuando sonó el teléfono. Era el director del diario, Luis Troconis Guerrero. “No se vaya a retirar de allí, me dijo, antes de entrevistar a dos jóvenes que están por llegar al periódico. Otra cosa: Quiero leer lo que usted escriba. No vaya a bajar los originales al taller. ¿Entendido?" Y colgó sin despedirse, autoritario y mandón como solía ser.

Y comenzó para mí una espera angustiosa, pues las horas pasaban y el director, curiosamente interesado por aquella visita había hecho ya varias “llamadas”. Pasado el mediodía, rni calvarlo continuaba. Los jóvenes no acababan de llegar y yo, muerto de hambre, no me atrevía a moverme por temor a que en el interregno los desconocidos llegaran. Pendía sobre mí la amenaza repetida de Troconis Guerrero: Quiero ver esa entrevista. 

Poco antes de las 3 de la tarde “llamaron”. Estaban por llegar. Finalmente aparecieron. El que había llamado, con el peculiar acento de la isla caribeña, de hablar pausado, se presentó e hizo lo propio con el compañero. Vestía una chaqueta de cuero de la cual se despojó, cuando entró en confianza, porque hacía un calor insoportable. Ambos habían pasado varias horas instalados en el Cuartel de Bomberos, que quedaba justo frente a la sede del diario, en la esquina de Plaza España. Solo tenían que atravesar la calle... 

- ¡Haberlo sabido!.. Pero, ¿por qué tanto misterio? 

Se trataba de un joven de nombre Fidel Castro, quien había llegado a Caracas por primera vez. Su acompañante, más o menos de su misma edad, respondía al nombre de Rafael del Pino. Ambos estaban de paso hacia Bogotá, que se preparaba para la IX Conferencia Interamericana, en la que iban a ser figuras de primer orden George Marshall, de Estados Unidos y Rómulo Betancourt, quien estaba a la cabeza de la delegación venezolana. 

Los tres conversamos largo rato y Jorge Humberto Cárdenas, gran camarógrafo y notable compañero mío de aventuras periodísticas, hizo varias fotos de los jóvenes, una de las cuales ilustró la entrevista que apareció el sábado 23 de marzo de 1948. 

Por la noche estuvieron a verrne nuevarnente. Los invité a un bar- restaurant ubicado en la esquina de La Romualda, muy concurrido pues diagonal quedaba el cine Hollywood, entonces muy famoso. Enrique, el servicial dueño, un isleño, solía cerrar su negocio a las 2 de la madrugada; pero en la oportunidad, quizás por la novedad de los visitantes, ante quienes formaron corro varios colegas y trabajadores del taller, noctámbulos como éllos, mantuvo el negocio abierto. Los jóvenes no dejaban de hablar sobre diversos temas. A la mesa ante la cual se habían sentado se incorporaron Mario Delfín Becerra, que era cronista parlamentario y trabajaba hasta muy tarde, pues las sesiones se prolongaban pasada la medianoche y Don José Campuzano, el cablista, un anarquista español, gran jugador de dominó y muy conversador. Los dejé en esa compañía. Me escurrí a la francesa, como se dice, pues me correspondía la guardia dominical inmediata y me vencía el sueño. Yo vivía en un discreto hotelito situada frente al bar, en la misma esquina, el Pequeño Hotel, cuya dueña era Doña Inés Quintero, una andina cordial y simpática. Fidel y del Pino no quisieron hospedarse allí. Siguieron misteriosos. 

La entrevista -si así puede lIamarse- apareció en la última página, en la parte superior izquierda con el antetítulo “Estudiantes Cubanos apoyarán en Bogotá la lucha contra el coloniaje”. A renglón seguido decía: Son éllos el dirigente estudiantil Fidel de Castro (ignoro por qué el titulista intercaló ese “de”) y el estudiante de Artes y Oficios Rafael del Pino”. Andaba yo en los- 23 años. Comencé la nota escribiendo: “El dirigente estudiantil cubano Fidel Castro, acompañado por Rafael del Pino, estudiante de Artes y Oficios de La Habana, de paso para Bogotá, adonde van en misión de la Federación Estudiantil de la República de Cuba con el objeto de reunirse con las delegaciones estudiantiles de otras repúblicas latinoamericanas, concedieron una entrevista a un redactor de El País en relación con dicha gira. Declararon lo siguiente: 

- Vamos a la Conferencia de Bogotá, donde no reuniremos con delegados de varias universidades de América, a fin de realizar sesiones preliminares de un Congreso Latinoamericano de Estudiantes que tiene por objeto establecer vínculos de confraternidad y unión entre los estudiantes del Continente e ir fomentando una conciencia de identidad absoluta de todos los pueblos latinoamericanos que pueda servir de base a una futura fusión de nuestros países. 
- Vamos a plantear nuestro respaldo - me aseguró con una determinación y una audacia que entonces no comprendí, pues ese congreso aún no se había reunido - a las mociones que surjan en la Conferencia de Bogotá, sobre el coloniaje en América como el primer paso de lucha.
- ¿Qué tendencias abarca ese movimiento? - pregunté. 

Me respondió, elusivo:

- Nuestro movimiento es puramente estudiantil, sin matices políticos de ningún género. Es un movimiento estudiantil de espíritu revolucionario cuya principal finalidad es la de crear una conciencia firme de libertad en toda América. Luchar contra las dictaduras que oprimen a nuestros sufridos pueblos como el caso vergonzoso y alarmante de Santo Domingo, que es un verdadero escarnio para las democracias americanas, pues tenemos el firme propósito de levantar en toda nuestra geografía la protesta de los pueblo libres contra el sanguinario Trujillo. No pueden seguir en el exilio los dominicanos dignos que llevan casi veinte años alejados de sus hogares, de su patria, sin el respaldo de sus hermanos de América Latina.
- ¿En qué países respaldan ese movimiento? - le pregunté.
- Ha ido encontrando favorable y entusiasta respaldo de los estudiantes de México, Argentina, Chile y Guatemala - respondió sin vacilar - y confiamos que los estudiantes, la juventud venezolana lo respalde junto con el resto de todos los pueblos del Continente. Precisamente, proyectamos, a nuestro regreso de Colombia, visitar la república de Haití, para desde allí motivar a estudiantes revolucionarios dominicanos a que respalden nuestra iniciativa. 

Hubo una breve pausa, mientras Fidel encendía un cigarrillo, después de la cual añadió a sus palabras iniciales: 

- Diga usted que en Cuba, Venezuela goza de muchas simpatías. Entre nosotros tienen ustedes fama de nación progresista y rica con un gobierno revolucionario y un alto sentido de la democracia. Hemos sido recibidos cordialmente. Se ve que tienen ustedes convicción de sus derechos ciudadanos. Aquí nos sentimos como en nuestra propia tierra, con la sola diferencia del acento. 

Al despedirse, lamentaron no haberse traído varias decenas de guayaberas para repartirlas entre los amigos venezolanos.

Yo escribí: Finalmente: nuestros huéspedes hablan entusiastamente de Caracas, de las gratas impresiones recibidas y sobre los proyectos que esperan cumplir en su gira. 

Cuando en 1959 -once años después- regresó Fidel a Caracas, triunfante ya su “revolución”, me le acerqué una noche, en la residencia del embajador de su país en Venezuela, Francisco Pividal, donde se alojó y le pregunté por su compañero Rafael del Pino, en presencia del periodista Julio Barroeta Lara -gran colega y amigo muy querido- y me dijo con cierta reticencia algo así como que Del Pino se había hecho contra- revolucionario y que el avión desde el cual lanzaba bombas incendiarias sobre los cañaverales había sido derribado y él capturado. 

La duda sobre esa versión surgió en mí porque en su libro La Hora Final de Castro, el periodista Andrés Oppenheimer, al referirse a una reunión de cercanos colaboradores de Fidel realizada en 1989 en la casa de Diocles Torralba, Ministro de Transporte para entonces, apunta... “salieron a relucir los nombres del mayor Florentino Azpillaga y del general de las Fuerzas Aéreas Rafael del Pino, dos recientes desertores militares a Estados Unidos”…

¿Qué habrá pasado con el estudiante de Artes y Oficios que entreviste junto con Fidel en 1948? ¿Sería el mismo general desertor de que habla Oppenheimer? ¿O acaso, un hijo de éste?

En una ocasión, comentando los sucesos del 9 de abril de 1948 en Bogotá, cuando fue asesinado el gran líder Jorge Eliécer Gaitán y la ciudad fue prácticamente destruida por un estallido social sin precedentes en la historia de las capitales latinoamericanas, me enteré que Gallegos había recibido en marzo del 1958 a Fidel y a del Pino en La Guzmania -Ia residencia oficial de descanso de los presidentes venezolanos, en Macuto- y había llamado a Troconis Guerrero para sugerirle que los mandara a entrevistar. De allí el interés del Director en conocer cuánto iban a decir aquellos dos jóvenes, quienes días después, sobre todo el primero, tendrían una participación activa en ese episodio de la historia política colombiana conocido corno “El Bogotazo”. 

De esa primera visita de Fidel Castro a Venezuela se han cumplido 70 años hasta este 2018. Su prédica contra ios dictadores resulta paradójica, por decir lo menos, toda vez que él se convirtió en el dictador más longevo y más cruel en la historia de Cuba, cuyos hijos desde el descubrimiento de su archipiélago por Cristóbal Colón en 1492, en su primer viaje, no han hecho sino padecer conquistas, invasiones, dictaduras y una larga sucesión de crímenes y atropellos que ha puesto a prueba su voluntad de ser un pueblo libre e independiente.

LA SEGUNDA VISITA 

La segunda visita de Fidel Castro a Caracas la hizo en enero de 1959---entre el viernes 23 y el martes 27---“para agradecer la ayuda moral y material que le brindó el pueblo venezolano a su causa”. Integraron su comitiva Celia Sánchez, Pedro Miret, Paco Cabrera, Violeta Casals y Luis Orlando Rodríguez. El superconstellation de la Línea Aeropostal Venezolana en el cual viajaron al aterrizar en Maiquetía fue rodeado por una emocionada muchedumbre que lo estuvo esperando desde la madrugada. 

El Contralmirante Wolfgang Larrazábal, presidente de la Junta de Gobierno de Venezuela le dio la bienvenida. Igualmente estuvieron presentes Fabricio Ojeda, presidente de la Junta Patriótica que contribuyó a forjar la caída de la dictadura perezjimenista y los doctores Luis Beltrán Prieto Figueroa, representante por entonces de Acción Democrática y Jóvito Villalba, Secretario General de Unión Republicana Democrática. 

La enorme caravana que se desplazó por la autopista era detenida por centenares de simpatizantes de la revolución cubana para saludarlo. El trayecto del aeropuerto hasta el restaurant El Pinar, ubicado en la urbanización Altamira, donde la Junta de Gobierno le ofrecería un almuerzo, tardó cerca de 4 horas. La reunión en El Pinar se prolongó hasta las 6 de la tarde. El visitante se sentó entre los doctores René De Sola, canciller de la República y Augusto Márquez Cañizares, titular del Despacho de Relaciones Interiores. En ese almuerzo en el que se prescindió de todo protocolo, como lo reconoce el colega Luis Báez en su extensa crónica sobre el viaje, se habló de los dramáticos episodios del 23 de enero de 1957 durante el desplome de la dictadura de Pérez Jiménez y de anécdotas de la Sierra Maestra. En el acto estuvieron presentes el presidente Larrazábal; los doctores Gonzalo Barrios, de Acción Democrática; Gustavo Machado, del Partido Comunista de Venezuela; Miguel Otero Silva, Director de El Nacional; Fabricio Ojeda, presidente de la Junta Patriótica, entre otros dirigentes políticos. El agasajo fue ofrecido por el canciller De Sola, quien pronunció unas breves palabras de bienvenida a las cuales respondió el visitante con un discurso igualmente breve. 

Desde El Pinar Castro y su comitiva se trasladaron a la plaza O’Leary, en El Silencio, donde los aguardaba una extraordinaria multitud. Ese acto en El Silencio lo inició Fabricio Ojeda; seguidamente habló el Almirante Larrazábal, a quien siguieron, Gustavo Machado, Jóvito Villalba, José González Navarro, en representación de los trabajadores y Jesús Carmona. También hicieron uso de la palabra los visitantes cubanos Jorge Enrique Mendoza, Orestes Valera y Luis Orlando Rodríguez. Y cuando Fidel Castro se situó ante el micrófono la multitud lo recibió con una enorme salva de aplausos. 

El sábado 24 Castro fue recibido en el Concejo Municipal de Caracas, en sesión solemne que lo declaró Huésped de Honor. Una delegación del Congreso de la República integrada por los parlarnentaríos César Rondón Lovera, Gonzalo Barrios, Jóvito Villalba y Miguel Angel Landáez, lo esperaban para trasladarlo al Palacio Legislativo. Esa sesión comenzó en horas del mediodía. El doctor Rafael Caldera, presidente de la Cámara pronuncia el discurso de bienvenida, declara abierta la sesión y le da la palabra al diputado Domingo Alberto Rangel, diputado por AD quien le da la bienvenida en nombre de los congresistas venezolanos. Fidel Castro responde a sus palabras con un emocionado discurso. Del Congreso se trasladó el visitante a la Universidad Central de Venezuela, donde lo aguardaba otra fervorosa masa estudiantil. Fue recibido en el Aula Magna. El rector Francisco De Venanzi y el Consejo Universitario le dan la bienvenida. En ese acto, el rector De Venanzi anuncia la creación del Comité por la Liberación de Santo Domingo. Castro es el primer contribuyente con cinco bolívares. Inmediatamente después lo hace el presidente Larrazábal. Entre los invitados a este acto se encontraba el poeta chileno Pablo Neruda quien da lectura a su poema Canto a Bolívar. 

De la Ciudad Universitaria Castro se trasladó al palacio de Miraflores a una reunión con la Junta de Gobierno en pleno. 

El domingo 25 Castro y sus acompañantes fueron llevados al hotel Humboldt. Hizo un recorrido a pie por el Avila. Poco después Fidel hizo una visita al presidente electo de Venezuela Rómulo Betancourt, en su residencia, ubicada a la salida de la urbanización Las Mercedes hacía Baruta, en la quinta Maritmar. Fue una entrevista privada que duró varias horas. En el interior de la quinta y en las afueras, un grupo enorme de periodistas nacionales e internacionales aguardaba para conocer los resultados de esa conversación; pero nada trascendió. Ninguno de los dos hizo referencia a cuanto conversaron. 

El martes 27 de enero en las primeras horas de la mañana, el visitante regresó a La Habana.

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