viernes, 10 de enero de 2020

Cenizas viajeras





Para muchos historiadores y para otros, que no lo son tanto, pero que se interesan por estos hechos, sigue siendo un misterio el caso de los restos del “Valiente” Ciudadano Ezequiel Zamora, muerto en San Carlos, Estado Cojedes, el 10 de enero de 1860, a escasos días de haber alcanzado resonante triunfo en la batalla de Santa Inés, en Barinas, contra un poderoso ejército del gobierno central enviado a combatirlo. 

- Tenía entonces 43 años menos 20 días - escribe el historiador Manuel Landaeta Rosales -. No tuvo sucesión en su esposa, Estefanía Falcón de Zamora, quien era hermana del prócer Juan Crisóstomo Falcón. Según cuenta el mismo historiador, en agosto de 1868, el general José Ruperto Monagas, Jefe del Estado Mayor del Ejército de la Revolución llamada Azul, se dirigió con un respetable ejército al occidente de la República a concluir su pacificación y en los primeros días de septiembre de aquel año los generales José Desiderlo Escobar y Ramón García, jefes de una de las divisiones del referido Ejército del Centro, exhumaron en la casa de la señora Belén Ugarte de Oviedo, en la ciudad de San Carlos, los restos mortales de un difunto que se tenían como los del general Ezequiel Zamora. A principios de febrero de 1869, al regresar a Valencia el citado Ejército del Centro concluida la campaña del Sur de Occidente contra el general Pedro Manuel Rojas, tomaron aquellos restos y con gran pompa funeraria los trasladaron a Valencia, haciéndose en el tránsito y en la capital de Carabobo, los mayores honores que acuerdan en tales casos las ordenanzas militares. 

Estos restos a que se refiere Landaeta Rosales quedaron depositados en la lglesia de Los Teques. Escribió más tarde el mismo historiador que cuando el general Antonio Guzmán Blanco “venía de occidente a ocupar a Caracas en 1870, al llegar a San Carlos y aún sin bajarse de la bestia, entró en la casa de la dicha señora Belén Ugarte de Oviedo, acompañado entre otros por los generales Miguel Gil, Luis Rafael Caspers, sobrino de Zamora, y de los doctores José Manuel Montenegro y Diego Bautista Urbaneja, indicando estar en aquella casa la tumba de Zamora”. 

Añade el historiador que, comisionados verbalmente los tres primeros para solicitar allí los restos del héroe, exhumaron unos que más tarde fueron llevados a Valencia, de allí a Puerto Cabello y luego a La Guaira, adonde habían sido llevados igualmente los restos de José Gregorio Monagas, que estaban allí desde 1861, trasladados por el general José Ruperto Monagas cuando hizo la campaña del Zulia de aquel año. En 1872, terminada la guerra, Guzmán Blanco dispuso el traslado a Caracas de los restos mortales de Zamora, José Gregorio Monagas y Manuel Ezequiel Bruzual, “los cuales fueron traídos con gran pompa funeraria y colocados en la iglesia de la Santísima Trinidad de Caracas, templo que en 1874 pasó a ser Panteón Nacional y allá quedaron y están los dichos restos”. 

En agosto de 1919 Landaeta Rosales, que fue un acucioso investigador, escribió que en los años 1893 y 1894 había sostenido una “larga y ruidosa controversia sobre los restos mortales del general Zamora, con lo cual había conformado un volumen de más de 300 páginas que aspiraba publicar alguna vez. El presidente Joaquín Crespo le ordenó solicitara en Los Teques los restos llevados allí en 1869. Dice el historiador que él vio los restos y que el cráneo estaba agujereado por el punto donde recibió Zamora el balazo que lo dejó sin vida. Según él, Crespo planeaba reunir en el Panteón los restos que allí estaban depositados como de Zamora y los que trajeron los azules en 1869 desde San Carlos, que estaban en Los Teques. “Y todos podían quedar contentos, pues uno de esos restos tenían que ser los auténticos”. Concluía Landaeta la nota apuntando que había vuelto meses después de su descubrimiento a Los Teques y no los encontró. 

¡Ya ni en la paz de los sepulcros, creo!

(El Mundo, 24 de febrero de 2001) 

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