viernes, 10 de enero de 2020

El dominó es un patrimonio nacional



Alfredo Fernández Porras


El Arte de las 28 Piedras” llevaba apenas tres meses en el mercado del libro y ya su autor, Alfredo Fernández Porras, un consumado dominocista -más que eso, un apasionado y ferviente analista del popular pasatiempo- estudia proposiciones para una segunda edición y ha enviado ejemplares de su libro a las principales bibliotecas del mundo, en muchas de las cuales consultó sobre este tema y apenas le dieron escasas referencias. Inicialmente hubo una edición especial, numerada, de cien ejemplares para socios que practican el juego en el club Camurí Grande, entre éllas el actual presidente de la República, Dr. Rafael Caldera, quien es el prologuista de la obra.

¿Qué es para este economista de afable trato, alta estatura y cabello plateado que ha comenzado a transitar el segundo medio siglo de existencia este juego que se practica de costa a costa en todo el territorio venezolano?

- Un patrimonio nacional. Un entretenimiento que mezcla ciencia y arte. Y le hablo de patrimonio muy hermoso, porque si en algún segmento de nuestro acontecer se cumple sin ninguna clase de atadura la Constitución que nos rige, es el dominó, que rompe la barrera étnica, la barrera de clases, pues obreros, intelectuales, profesionales, se reúnen y proceden a tejer una estructura fundamentada en un lenguaje silente que le otorga magia y belleza alrededor de esas 28 piedras que componen el juego de dominó. ¿Romperá también la barrera de credos?
- ¡Por supuesto! Judíos, católicos, protestantes, ateos, se sientan a jugar. La única barrera que no había sido rota era la de la mujer.
- Así ha sido siempre, un juego de hombres
- Eso era antes, amigo mío. Ahora, legiones de mujeres lo están jugando en estos momentos y eso va a ayudar mucho no solo a elevar el nivel del juego, pues éllas son tenaces y estudiosas, sino porque también va a mesurar cierta tendencia natural de nosotros a usar palabras fuera de lugar, acostumbrados precisamente a la ausencia femenina que ahora va a cumplir un papel de integración en ese patrimonio de que le hablo y que en buena medida debemos aprovechar.
- Esa incorporación de la mujer al juego de dominó - prosigue Fernández Porras - contribuirá a que esa propensión a la vulgaridad se minimice, que se pueda jugar colocando las piedras con suavidad, sin dar esos golpes estruendosos, que por lo demás alteran el ambiente e incitan al compañero de fórmula a una agresividad que perturba a la dupla contraria.
- Un juego idílico, pues, apacible, tranquilo - ironizo.

Sonríe el entrevistado antes de replicar.

- Quien piense que el dominó es estático está totalmente equivocado. El proceso deductivo, el nivel de abstracción mental, de retentiva, la derivación de conclusiones es algo sumamente complejo y profundo, mucho más de cuanto pueda pensar la gente normalmente. ¡Mucho más! Pues es uno de los pasatiempos más completos y exigentes de cuantos han sido inventados. Ocurre que su mecanismo, fácil de aprender lo que es colocar el dos con el dos y el uno con el uno, hace suponer a la mayoría que se trata de un juego simple que debe ser aprendido un poquito nada más; pero cuando se avanza a mayores niveles del juego, el proceso de razonamiento es tan extenso, tan extraordinario, que el ejercicio mental conduce a unos estados de grata recompensa.
- Si uno logra capturar eso, de apreciar en instantes de reflexión la razón de “una pensada” o la estrategia de la pareja rival, pues se trata de una hermosa batalla silenciosa pactada a cien puntos, es una escuela maravillosa de deducción, de agilidad mental, de interpretación de decisiones impuestas por una circunstancia dada.
- Para alcanzar eso que yo llamaría el coeficiente promedio de un regular jugador de dominó, se necesitarían por lo menos entre 8 y 10 años de práctica constante - proclama.
- ¿Tanto tiempo así?
- Procuraré explicarle. La comunicación silenciosa que se hace en pareja y la forma como es enviada la información y se interpreta, las dos cosas, cómo enviarla y cómo interpretarla, cómo proponer y cómo rechazar o aceptar las proposiciones se hace solo con seis piedras, pues la última es la de llegar. Y cada jugador, simultáneamente, debe interpretar lo que hace la otra pareja y en medio de toda esa dinámica de mensajes, uno debe acudir a tácticas para definir lo que quiere conseguir en cada mano, sea: vamos a ganar con muchos puntos o esta mano la vamos a perder y debemos deshacernos del mayor número de tantos. Es una decisión que debe tomarse antes del comienzo de cada mano e ir modificándola a medida que se va desarrollando.
- ¿Puede enseñarse a jugar dominó como una materia que ayuda a pensar a los jóvenes? 
- Déjeme decirle que en el dominó es frecuente que un buen jugador llegue a una mesa y falte alguien para hacer el cuarto, no olvide que se trata de un juego por parejas, el más frecuente, y entonces dirigiéndose a ese invitado que no estaba en los planes del jugador solitario, éste lo convide a jugar con él. Y si ese personaje regresa tres o cuatro veces al sitio los otros jugadores suponen que es una notabilidad, que ha hecho el grado dominocístico y entonces le arman tamaños escándalos porque no dio un tres o porque no acostó un doble. Hay quienes descubren las piedras y comienzan todos a conjeturar, a indagar ¿Por qué no diste el 5 para que éste pasara y este otro diera el 2? Los gritos aumentan; pero ninguno de los contertulios explica al principiante por qué debió hacer una jugada y no la otra. Ese proceso didáctico, constructivo acerca de cuándo y cómo debe ser colocada una piedra o no en el curso del juego lleva aproximadamente unos 8 años de dedicación habitual. Es así como la persona va graduándose en la materia.
- ¿A fuerza regaños, gritos y de malas palabras?
- Así es. Si hubiera como hay en la Unión Soviética clubes de ajedrez a los cuales acuden a jugar y a enseñar los grandes maestros - que es en el fondo mi máxima aspiración y lo que yo propondría en el caso de nuestro dominó - crecería el nivel de juego a todos los niveles. 
- ¿Y qué ganaríamos con eso?
- Es allí donde está el patrimonio oculto del venezolano. Porque el proceso deductivo en el dominó cuando uno lo captura…
- ¿Cuándo ocurre eso? - lo interrumpo.
- Permíteme explicarte con calma: En el proceso en el cual uno llega a la conclusión, por ejemplo: Aquel me jugó tal piedra, por lo tanto debe tener el seis cuatro…Ese proceso, te repito es muy complejo; pero en el momento en que uno lo atrapa no lo pierde más nunca. Para atraparlo debe pasar mucho tiempo y mucho trabajo. Y tener vocación y deseo de entenderlo para llegar a esas conclusiones y derivaciones propias del juego. Si eso queda internalizado en uno “introyectado” (permítame el neologismo) en uno, lo puede aplicar automáticamente en otras circunstancias de la vida. Y es entonces cuando yo digo, si el pueblo venezolano, dentro del mundo dominocístico universal, ama el dominó, que es una riqueza inconmensurable que ternemos a flor de piel, lo que falta es un toque para que aprenda a jugarlo en profundidad y al aprenderlo en esa forma, nadie tiene que enseñarle nada más. Cada individuo, con la facultad inalienable de todo ser humano decidirá entonces cómo jugarlo. Si invita a una parrilla, si solo es una sesión para pasar dos horas de diversión sin parrilla sino con café.
- ¿Cuánto tiempo duró su aprendizaje?
- De los 17 a los 32 años. Me aficionó desde muy joven mi padre Alfredo Fernández González. Me llevaba al viejo hipódromo de El Paraíso, al stud Modelo, donde organizaban grandes partidas de dominó. Y con él asistía Carlos Núñez Trujillo, quien fue durante muchos años gerente del banco La Guaira, en el Litoral. Mi padre fue fundador de dicha entidad y su presidente durante veinte años. Núñez Trujillo, compañero eximio del doctor Héctor Simoza Alarcón, el Tigre de Carayaca, fue uno de mis grandes maestros, junto con mi progenitor, naturalmente. Recuerdo con inmenso cariño a Don Carlos, severo y fundamental en lo que hoy soy como jugador; pero también he abrevado del libro de Simoza “Ciencia y Arte del Dominó”, que he leído innumerables veces y que aún ahora releo anualmente. Su libro y los dos de Ignacio Zaibert: “Principios y Sistemas del Dominó por Parejas y Conceptos y Criterios del Dominó por Parejas han contribuido en gran parte a mi formación y estimulado la publicación de este libro mío, cuyo título discutí y contribuyó a dárselo mi amigo Ramón Brito cierta noche tormentosa que volábamos sobre Los Andes.
- En el juego de dominó hay mucho de azar – comento -.
- Es posible; pero en una batalla a dos mil tantos, que son 20 partidos, la posibilidad de que pueda influir la suerte es muy pequeña. Allí se mide la productividad, la calidad, digamos, de los participantes.
- ¿Existe otra fórmula?
- El Torneo por duplicados. Luis Pietri Lavié lo ensayó en el club Camurí Grande en dos oportunidades y aunque no fueron jugadas las manos suficientes, el resultado fue excelente. Se trata de que parejas distintas jueguen una misma mano. La que obtenga el mejor resultado es la ganadora. Allí no funciona la suerte sino la forma de jugar.
- ¿Qué piensa del jugador que hace señas?
- Bueno, esta es cierta tendencia de llegar más rápido a una solución. Esa trampa es válida si los cuatro competidores se ponen de acuerdo antes de comenzar la partida… pero, mire, el dominó es una manifestación hermosa de una actividad humana. Es triste perder la asociación entre riqueza y trabajo. Aquella hay que construirla cuando no se tiene. Cuando se pierde la relación entre el esfuerzo y la obtención de cosas hermosas, se cae en el facilismo, en llegar al final no importa cómo…Se obtiene un resultado…Pero ese resultado no satisface a nadie.
- ¿Cuánto le ha dejado la venta de su libro?
- Ha sido destinado a una Fundación para ayudar a los hijos de los trabajadores del club Camurí Grande. Allí fue bautizado el libro con agua bendita del mar de Camurí por el doctor Rafael Caldera, Presidente de la República, quien tuvo la especial deferencia de prologarlo.
- ¿Cuánto tiempo le llevó escribirlo?
- Estuve madurándolo cerca de diez años. Pasé noches enteras examinando diagramas, haciendo cálculos, recapitulando originales otro año. Finalmente, tras 21 días en Boston, adonde viajé con mi esposa y mis tres hijas para que iniciaran su aprendizaje de inglés en un camping, le dí forma definitiva. Por supuesto que Carmen Luisa, mi esposa y las muchachas: Carmen Luisa, María Luisa y Ana luisa, me impulsaron.
- ¿Pero, en definitiva, qué se necesita para ser un buen jugador de dominó?
- Más que memoria, retentiva entre mediano y largo plazo, enorme capacidad de abstracción, posibilidad de ver jugadas futuras, todo en una base de datos.

Retentiva y abstracción dan paso a un juicio de valor. Uno anticipa el futuro.
Táctica y estrategia.

- Pero se ha escrito tan poco sobre el tema. Apenas el libro de Simoza en el 57, uno de Blas Millán, el que escribió el periodista y profesor universitario Manuel Isidro Molina en Valera, en época de la dictadura perezjimenista y ahora, en la década de los ochenta los dos de Ignacio Zaibert.
- Por eso he insistido que la persona a quien le guste el dominó debe analizar las partidas jugadas y detenerse en las alternativas que tuvo en una mano, ganada o perdida. Eso es bueno para aumentar el nivel de juego. Yo lo hice durante mucho tiempo. ¡Y si uno lo hace con la persona con quien ha formado pareja, mucho mejor!
- ¿Con cuál jugador ha ganado Ud. más partidas?

Han sido muchos. Mi gran amigo Juan José Rodríguez, con quien pasé largas jornadas discutiendo la mejor forma de jugar una mano. Fue él, precisamente, quien me recomendó el libro de Simoza; con Armando Sucre, José Medina Orsoni (El Cachete). Hasta hace poco jugué con Arturo Sosa h., extraordinario ser, optimista y vital cuya desaparición no dejo de lamentar; con Imanuel Urruzano, con quien perdí un campeonato increíble; con Julio Pacheco y, finalmente, con Benito Raúl Losada. Hemos ganado ocho partidos sin conocer la derrota. Aunque él dice que hemos obtenido esos éxitos porque yo organizo los juegos.

- ¿Ha jugado alguna vez con el presidente Caldera?
- Por supuesto. Hemos ganado y perdido. El Presidente la sabe poner.

PERFIL 


Alfredo Fernández Porras es economista graduado Cum Laude en la Universidad Católica Andrés Bello. Ha sido catedrático universitario, promotor de empresas y autor de varios libros de su especialidad. Caraqueño nacido en 1944, este hombre que ha sido director fundador de la Comisión Nacional de Valores, asesor y miembro del Consejo de Coordinación de las empresas Mendoza, presidente de varias firmas financieras y actual presidente ejecutivo de Productos Efe. S.A. es el autor del libro El Arte de las 28 Piedras, que eleva el juego de dominó a insospechados niveles de análisis y reflexión. Aventajado alumno de piano del profesor Moisés Moleiro, llegó a ofrecer varios recitales y en la actualidad preside la Sociedad de Amigos de la Galería de Arte Nacional.

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