Esta fue la entrevista que le hice al general Jesús María Castro León a su llegada a Puerto Rico, tras el fracaso de su intentona golpista contra la Junta de Gobierno que presidía el Vicealmirante Wolfgang Larrazábal en julio de 1958, a escasos siete meses de la caída de la dictadura perezjimenista.
San Juan de Puerto Rico, sábado 25 de julio. (Por Omar Pérez, Redactor de El Nacional).
A las 7 y media de la tarde de hoy, oscuro ya sobre el gigantesco campo de aterrizaje, menudo y parsimonioso, con un pequeño maletín entre las manos, descendió de un avión militar venezolano el general Jesús María Castro León seguido por dos ayudantes: el mayor Manuel Cohén y el capitán Francisco Chang D’Alesandro. Sonríe, enigmático ante la presencia del reportero -redactor permanente del periódico en el Palacio Blanco, asiento entonces del Poder Ejecutivo Nacional- y exclama:
- ¡Qué chiquito es el mundo, ah! ...
Tras el saludo y la sorpresa inicial de los flash que un avisado corresponsal extranjero hace estallar varias veces, aguarda pacientemente a los funcionarios de aduana a quienes muestra su pasaporte diplomático tipo A-1 que horas antes le firmara el Embajador de los Estados Unidos en Venezuela Edward J.Sparks y comienza a buscar, preocupado, un certificado de vacuna que no aparece por ninguna parte. Al fin, encuentra dos en vez de uno. Los muestra al funcionario con cierto alborozo y luego se entrega al trajín de las maletas, en el mostrador de la aduana aérea.
Al general Castro León, que viste pantalón gris, camisa clara y chaqueta del mismo color del pantalón, lo esperaba desde dos horas antes el Cónsul de Venezuela en Puerto Rico, Luis Alcalá, quien se mostró tan sorprendido como el ex ministro de Defensa por la presencia de periodistas de su país. A las 4 de la tarde había recibido un cable de la Cancillería en el que le avisaban la salida del general y su posible llegada a la isla.
- Mi viaje - declaró Castro León - se resolvió en cuestión de horas, pues se había fijado para el día dorningo y me preparaba para pasar un rato con unos amigos en San Bernardino, quienes me organizaban un homenaje íntimo de despedida, ajeno de un todo al tenso clima político que se vivió en las últimas horas en Venezuela, cuando recibí la indicación perentoria de mi viaje.
Y agrega, en tono explicativo: “Se consideraba peligrosa mi presencia en el país por razones de estabilidad social de la situación”.
Luego agregó, en tono irónico y haciendo gestos que denotaban su extrañeza:
- Pero la orden de salida se dió a las 10 de la mañana de este sábado. Yo dije que en tan poco tiempo no podía preparar nada y propuse que si era posible retardar la salida para las 4 de la tarde, se me concediera. Me respondieron afirmativamente y a las 4 en punto emprendí viaje, gracias a la rapidez con la cual el Embajador de los Estados Unidos, Edward J. Sparks, mi amigo personal, dispuso la tramitación correspondiente. Su atención hizo posible que me fuese concedido un pasaporte en el que se me otorgan amplias facilidades, como ustedes pueden ver. Y lo mostró, risueño, al periodista.
El Mayor Cohén interviene en la conversación, para animar la espera de las valijas:
- Apenas dispuso de tiempo para avisar a su señora esposa que salía al exterior en misión especial. Pero nada más. El viaje se mantuvo en el mayor secreto para evitar disturbios.
- ¿No fue a Miraflores a despedirse, general? - desliza el reportero con cierta soma, provocando su respuesta.
- Para qué iba a meter miedo yo en Miraflores. Había una guardia permanente de pueblo que estaba pendiente de mis pasos para comenzar a gritar: ¡Muera! ¡Abajo! Lo que ese pueblo no sabe, porque ahora está agitado, es que fui yo quien propuso la fórmula de representantes de los partidos políticos en el Gabinete para llegar así, prontamente, a una situación de constitucionalidad y que solo yo me mantuve empecinado hasta el final, terca y firmemente, en una situación de ponderación Y de equilibrio. Porque, díganme ustedes: en una situación tan agitada en extremo como aquella si no se me ocurre dar la orden de que todos los militares se mantuviesen en sus cuarteles, costase lo que costase, así se incendiara la ciudad ¿qué hubiera ocurrido? Pues un derramamiento de sangre innecesario.
Calla momentáneamente el general, procurando hilvanar sus ideas. Luego dice:
- Esa fue la orden que yo dí. Llamé a todas las guarniciones y transmití personalmente la orden. Pero afuera - se quejó - las manifestaciones estaban dirigidas contra mí. Yo fui la piedra de choque Y escogí el honroso camino de la renuncia antes que provocar una situación de mayor gravedad.
- ¿Pero, qué provocó esa situación, general? ¿Presentó Ud. algún pliego a la Junta en nombre del Ejército?
- Si - contesta categórico -. El pliego existe. Lo entregué a la Junta de Gobierno ante la frecuencia de artículos de prensa en los cuales se ataca abiertamente a la institución armada. Se la irrespeta y se pretende hacerla a un lado restándole la importancia a la que, como institución, tiene derecho.
Se hace un silencio incómodo. Pero el ex ministro continúa su discurso. Se refiere a conceptos emitidos “por cierto articulista” que ataca de modo directo a la institución.
- Ha provocado el malestar de la oficialidad joven. Nosotros los viejos, nos hacemos de la vista gorda; pero no podemos frenar el ímpetu natural de los jóvenes, que reaccionan de manera violenta ante individuos que pretenden denostar de la institución, presentándola como algo carente de fuerza, que no se preocupa por la situación venezolana. Y eso no es así. De allí - dijo siguiendo el hilo de su exposición - que como vocero de la oficialidad presentase a la Junta un pliego en el que se planteaba: Primero, una reglamentación para revisar los artículos de fondo de los periódicos y de los comentarios radiales para limar las asperezas que pudieran surgir de la lectura de determinados artículos. Segundo, la repartición equitativa de los cargos públicos, entre los militantes de los diversos partidos políticos, pues según parece, existen partidos que tienen casi el 80 por ciento de representación en dichos cargos.
Hace una breve digresión para aclarar que ese segundo punto fue borrado después de las discusiones iniciales, dándole paso entonces a la propuesta de un Gabinete integrado por representantes de todos los partidos políticos, en vez del actual. Aclaró que no había propuesto la ilegalización de Acción Democrática ni la del Partido Comunista.
El general Castro León negó que hubiese un movimiento pro perezjimenista dentro del Ejército. “Muchos creen que el Ejército está debilitado. Y eso no es así. Dijo que, por horas, tuvo el control directo del Ejército en todo el país. Un centenar de oficiales jóvenes, decididos a apoyarlo, presionaron y casi lo mantuvieron prisionero en La Planicie, razón por la cual no pudo viajar a La Guaira en horas tempranas del día jueves.
- ¿Usted piensa, General, en la posibilidad de un retroceso en la actual vida política venezolana?
- No. Pese a la actitud asumida por el pueblo y el estudiantado, acaso no informado de mis planteamientos. Soy, antes que todo, un demócrata. Pérez Jiménez jamás volverá a Venezuela en función política.
- ¿Cómo estalló la crisis, General?
- El pliego lo presenté un día antes de que la situación degenerara en este conflicto que me ha tenido como protagonista - responde - . El Contralmirante Larrazábal regresaba del boxeo (Se disputaba el Campeonato Mundial minimosca entre Ramoncito Arias, peleador del patio y Pascual Pérez, Campeón argentino) y los mismos propaladores de rumores lo aguardaron o le dejaron noticias de que había un golpe. El Contralmirante, en vez de llamarme a casa, como había hecho otras veces, bajó a La Guaira y se puso en contacto con los oficiales de la Marina. A la mañana siguiente, cuando llegué al Ministerio me informaron que “la situación era grave”. Que la Junta se había trasladado a La Guaira y que no dejaban bajar a nadie hacia allá y que la Flota se había retirado del puerto. Me propuse entonces bajar a La Guzmania - donde se había constituido la Junta -; pero los oficiales que me rodeaban no me dejaron salir.
- ¡Déjenme bajar! - cuenta que les dijo - porque hablando se entienden los hombres.
- ¡No, general, Usted no se va de aquí, y si lo intenta nosotros se lo impediremos! Yo estaba prácticamente prisionero. Pero quiero que usted entienda esto - me dijo, mirándome fijamente - ellos me quieren y obedecen y su celo era la natural posición ante la gravedad del estado de cosas reinante.
- En una de las llamadas que se produjeron - sigue el relato - manifesté mi extrañeza porque la Junta de Gobierno hubiese salido de su sede natural, el Palacio Blanco y trasladado a La Guaira sin que sus miembros hubiesen averiguado, de manera precisa, lo que estaba ocurriendo. Lo entendió así el Contralmirante Larrazábal y regresó a Palacio; entonces yo decidí hacer lo propio y comenzó el período más crítico y peligroso vivido por Venezuela desde el 23 de Enero, fecha de la caída del tirano Pérez Jiménez. En el mismo tono pausado, como si pasara lenta revista a los hechos que mantuvieron en tensa expectativa a la comunidad nacional en las últimas 48 horas, expresa que hizo llamar a los líderes políticos al Despacho de Defensa, en La Planicie, para que se enterasen de la situación que se estaba viviendo. Recuerda que estuvieron allí Jóvito Villalba, Rafael Caldera, Elías Toro, Luis Herrera Campins, Fabricio Ojeda, Gonzalo Barrios.
- Pero no me fue posible localizar a Rómulo Betancourt.
- Ellos vivieron conmigo la situación de inquietud febril, el estado de ánimo de cien oficiales y atendieron y aceptaron en principio mi proposición de constituir un Gabinete de integración de partidos para mantener de una buena vez la constitucionalidad. Pero cuando se planteó la cuestión en Miraflores, los dirigentes me dejaron solo. El doctor Elías Toro manifestó que era extemporánea la constitución de un Gabinete con miembros de partidos políticos y fue apoyado por el doctor Villalba. Surgió entonces una contraproposición hecha por los ministros José Antonio Mayobre y René De Sola, que contó con la aceptación plena del resto del Gabinete. Era que yo renunciara a la Cartera de Defensa o éllos, en pleno, se retiraban del gobierno.
- Le dije al Contralmirante: “Usted me va a necesitar a mí. Acepte la renuncia del Gabinete y aproveche para constituir un Gabinete de integración de partidos de una buena vez. “Usted sabe que siempre hemos ido juntos y si lo amarran a Ud., primero tendrán que amarrarme a mí”.
-Pero no fue posible esta fórmula - sigue hurgando el ex ministro en sus recuerdos de aquella noche -. En la calle miles de personas gritaban “mueras y abajos a Castro León”.
- ¿Eso fue todo, general?
- Entonces resolví renunciar en aras de la constitucionalidad y después de barajar diversos cargos, acepté el de Jefe de la Misión de Venezuela ante el Consejo Interamericano de Defensa, con sede en Washington. Ese cargo no estaba provisto. Se había pensado colocar allí al general Félix Román Moreno, quien pasa ahora al cargo de Delegado Militar.
Ríe Castro León, de buena gana luego de ironizar:
- Ese cargo lo estaban reservando para mí. ¿No lo crees tú?
- Los periódicos de aquí de Puerto Rico, general, han publicado hoy que Ud. ordenó el allanamiento de la casa de Rómulo Betancourt -lo interrumpo.
- El asalto lo hubo - reconoce, sin perder la calma -. Es cierto. Pero te aseguro que la orden que dí, terminante y definitiva, fue la de recogerse en los cuarteles y no salir de ellos así estuviesen incendiando la ciudad. Que se ocupase la Policía de imponer el orden. Solamente debía actuarse si eran atacadas nuestras casas. Vadeaba la respuesta. Buscaba la manera de hacerlo. Finalmente dio rienda suelta al relato.
- Lo de Betancourt ha podido ser obra de algún grupo que debe ser localizado cuanto antes, pues eso indica que hay personas con ametralladoras, personas que poseen armas en el país. Mal podía yo haber dado esa orden, cuando convoqué a los máximos dirigentes políticos al Ministerio de la Defensa para plantearles la situación. Y en el convenio inicial, Acción Democrática aparecía con igual número de representantes en el gabinete de integración de partidos que yo proponía, pese a la inasistencia de Betancourt a la reunión.
- La crisis me dejó exhausto - comentó -. Pasé dos noches sin comer ni dormir. Ahora solo queda esperar...
- ¿Piensa volver a Venezuela?
- Por supuesto. Quién no lo piensa.
La entrevista toca a su fin. Poco tiene que agregar sobre la dificultad política en la que estuvo envuelto. Hace un paréntesis para llamar a su esposa al Círculo Militar, donde quedó alojada.
No me dieron tiempo de recoger una serie de cosas que ahora quiero que me manden, tuvo un comentario para su compadre Julio García, dueño de la casa donde ha estado viviendo, en Los Palos Grandes y propietario de una poderosa línea de autobuses. Y concluyó casi con las mismas palabras que pronunció al comenzar la entrevista. ¿Justificaba la medida su renuncia al Despacho de la Defensa y su salida perentoria al exterior?
- Soy amigo de Larrazábal y sé que no pudo hacer más por mí. Ojalá pueda resolver la situación, que sigue siendo difícil…
Castro León pasó solo una noche en Puerto Rico. Ocupó la suite 15-03, en el ala adicional del Caribe Hilton. En la habitación contigua se alojaron los ayudantes militares que le acompañaron en su viaje a la isla desde Venezuela. Cenó en su habitación y al día siguiente, muy temprano, bajó al comedor y desayunó. De Puerto Rico siguió a Miami, donde esperaba pasar el fin de semana para estar en Washington a principios de la entrante y tomar posesión de su cargo. Dudaba si dirigirse a la capital norteamericana en vuelo local o hacerlo por vía terrestre y detenerse en algunas ciudades
Intermedia.
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