viernes, 10 de enero de 2020

Hizo de la lectura la religión de su vida



Pedro Beroes

Empinado sobre sus ochenta y ocho años magníficos y brillantes, Pedro Beroes, abogado, periodista, docente universitario por más de cuatro décadas y un fino, amable y grato conversador, ha dejado caer la tarde en su casa de Santa Fe Norte junto a un reportero que discreta y respetuosamente curioso ha ido a preguntarle por los libros que está leyendo y a recordarle entre bromas y veras que sus amigos lo llaman como alguna vez alguien que no lo quería llamó a Juan Vicente González con ánimo de ofenderlo: 
“tragalibros”. 

- Sí oh - ríe el humanista que es este Pedro Beroes menudo y sencillo, mientras abre el costado de su cultura y su sapiencia y su esposa, gran dama y exquisita anfitriona sirve aromático café y el nieto Ramón Vicente Beroes Olivares adopta graciosa pose para que el fotógrafo lo capte. 
- Gasto mucho en libros, es verdad; pero no frecuento restaurantes, no bebo ni fumo y además... a uno le fían... 

Este hombre, profesor de literatura en la Universidad Central de Venezuela es hoy por hoy uno de los intelectuales más enterados de la actualidad. No hay libro de compatriota o de escritor famoso que Pedro Beroes no haya leído o esté leyendo. 

- Pero es que Walter Rodríguez y Raúl Betancourt (de las librerías Suma y Lectura) que son amigos míos me han abierto extenso crédito que me permite lIevarme a casa cuanto yo quiero, porque les pago, naturalmente – advierte -; pero frente a la plaza Venezuela, en la Torre Polar hay una librería que se llama Los Ludens ... ¡Esa gente es la mejor surtida!; pero yo le he dicho a Yolanda Segnini - ironía por delante - que lo único que les falta es cobrarle a la gente que va a ver los libros. 
- Allí tenían una obra - sigue sin mayor pausa -. La Revolución Romántica, que al fin compré. Me costó 36 mil bolívares. Pero te digo una cosa, tengo en la biblioteca libros que adquirí hace 30 ó 40 años, por tres bolívares. Ahora, por esos mismos libros piden una fortuna. 
- ¿Cuáles eran entonces los más caros?
- Los del Fondo de Cultura Económica. Costaban 16 bolívares. Ahora esos mismos libros te los están vendiendo por 15,18 y hasta 20 mil bolívares. Y debo decirte que hubo una época cuando los libros más baratos que tú podías adquirir fueron precisamente los del Fondo de Cultura Económica. 
El docente que ha sido siempre se siente obligado a dar una explicación: 
- Me preocupan los estudiantes. Veo a los muchachos de la universidad como desorientados y, sobre todo, muy ignorantes. 
 - ¿Cómo así Don Pedro?
- No les veo interés por conocer. Mira, a pesar del régimen de Gómez, nosotros, te hablo de mi tiempo, desarrollábamos una serie de actividades. Los centros estudiantiles funcionaban: había conferencias, charlas, recitales después de las horas de clase, a las 4 de la tarde. Y cada uno de esos centros tenía una revista. La Sociedad de Estudiantes de Medicina tenía una publicación: SEM, que dirigía Eduardo Gallegos Mancera y el Centro de Estudiantes de Derecho tenía la suya, que dirigíamos Luis Beltrán Guerrero y yo. El administrador era entonces el joven Ramón J. Velásquez. Yo veo ahora a la mayor parte de los estudiantes universitarios como más desorientados sobre los problemas del país.

En nuestro tiempo el estudiante estudiaba y tenía tiempo para leer. Eso desapareció. Ahora los lectores somos los viejos...

Y aguijoneado por el periodista que ha sido, recordó que El Universal y el Nuevo Diario insertaban temas muy atractivos para leer. El primero de estos publicaba una serie de crónicas que aparecían una vez a la semana y que Rafael Silva firmaba con el pseudónimo de Lino Sutil. La titulaba “Entre Col y Col”. Eran sumamente agradables, con un fondo costumbrista y la gente algo aprendía. Rafael Silva era secretario del Concejo Municipal. 

- Cuando comenzó El Nacional – prosigue - Guillermo Meneses, Arturo Uslar Pietri, Ramón Díaz Sánchez, Alejandro García Maldonado, Andrés Eloy Blanco, escribían sobre cosas muy interesantes.

Y un alto para lo que alguien señalaría como crítica constructiva: 

- Lo peor que le ha pasado a los periódicos en Venezuela es que se han convertido en órganos de pelea de los partidos y no tienen nuevas caras. Por otra parte, si los jefes de esos partidos lo hicieran bien, sería distinto: pero son malísimos escribiendo. Otra cosa son los periódicos españoles. Hojeo en las librerías algunos de estos que traen a Venezuela: El País, El ABC que tienen secciones de lectura gratas y quien no puede leer un libro encuentra allí algo sustancioso, algo que lo distrae, que lo instruye... y así era aquí antes de que cambiáramos el modelo europeo por el americano, aunque el New York Times tiene un suplemento cultural maravilloso. Fíjate que la mayor parte de los escritores norteamericanos han escrito cuentos en los periódicos: Hemingway, Scott Fitzgerald. Han sito cuentos, relatos, maravillosos. Aunque también debo decirte que el viejo Universal de Caracas insertaba lo que se conocía cono el folletón. Recuerdo haber leído allí en ese folletón, por primera vez a Santos Zárate y El Tuerto Miguel y Urupagua, por citarte algunos. Ahora no publica ninguno. Porque antes, el periodismo era un arte. 
- ¿Y ahora? 

Una técnica. 

- Desde hace años no volví a aparecer por el Colegio Nacional de Periodistas porque hoy en día no sé cómo hacer un periódico. 
- No me vega con eso, Don Pedro. 
- En mis tiempos, chico, sabía lo que se llamaba imponer. Juan Liscano y yo sin más compañía ni apoyo, solos, llegamos a imponer el Papel Literario varias veces. Ahora no hay manera de que aprenda a manejar una computadora. Y va de anécdota: en una oportunidad, convocado por Virginia Betancourt acudí a una reunión en la Biblioteca Nacional y llevé conmigo el manuscrito de mi libro sobre Ramos Sucre que élla me pidió un domingo lo donase a la institución y mostrándoselo al grupo que había allí reunido le dije: “Este es un manuscrito” (hecho a mano); porque ahora a los escritos hechos en máquinas de escribir, o los sacados de las computadoras los llaman “manuscritos” inadecuadamente. Y mucha gente rió de buena gana cuando Salvador Garmendia, que estaba entre los circunstantes, exclamó: ¡ese es un loco! 
- Aunque te digo que creo que tan solo Juan Liscano y yo escribimos “manuscritos”; esto es, que escribimos a mano nuestra producción intelectual. ¿Qué hubiera hecho Rómulo Gallegos? Te confieso que para mí no es lo mismo escribir en una máquina que hacerlo de puño y letra. Yo ví a Rómulo Gallegos cuando escribía La Brizna de Paja, a quien Raúl Roa comprometió para que lo hiciera, en La Habana. Cuando ví los originales de Rómulo, que iba a hacer una lectura en el Palacio de Bellas Artes, me entregó pruebas en limpio de los capítulos que iba a leer y me costó un trabajo indecible, pues estaban llenas de correcciones y entonces él me confió que a veces, en todo un día apenas escribía una página. Y que cuando entregaba a la editorial una novela la había escrito unas tres veces. Por eso pienso que quienes escribimos a mano nos sentimos bien cuando lo hacemos así y no en máquina o computadora.

Así siempre escribimos Juan Liscano, Denzil Romero y yo.

- ¿Qué le recomendaría Ud. a los jóvenes de esta época? 
- Que lo primero que deben leer es la historia de Venezuela. Somos un país que, en cierto sentido, tiene una situación geográfica privilegiada; pero asimismo sus malas mañas y por eso pienso que es necesario que los jóvenes fortalezcan la mente y la conciencia.

Y hace una larga pausa para después decir: 

- Porque ahora no se estudia la historia y hay libros fundamentales: La Historia de Baralt, la Historia Constitucional de Gil Fortoul y la Historia de la Revolución Federal, de Lisandro Alvarado, para tener una idea de lo que es el país. Y hay otros libros que todo venezolano consciente deber leer: La Caída del Liberalismo Amarillo, de Ramón J.Velásquez, porque sin esa lectura no se entiende a Gómez. La Venezuela que describe Ramón Velásquez es la que ha pasado tres cuartos de siglo en guerras, una Venezuela  inculta, atrasada, paupérrima, en manos de caudillos y ese es el clima que predispone para la aparición de un hombre como Juan Vicente Górnez. Como profesor de la materia siempre he sostenido el criterio de que la literatura no es una cosa que está en el aire: Tiene un aquí y ahora, que es la historia. No entiendo una literatura que no tenga que ver con nuestro país, con la gente, con nuestra existencia, con nuestros hábitos. Después creo, también, que particularmente la novela refleja ese aquí y ahora que es la historia.
- ¿Qué me dice de Vargas Llosa? 
- Lo mejor suyo es Conversaciones en La Catedral. 
- ¿Y lo mejor del siglo XX? 
- Te diré: Juan Cristóbal, de Romain Rolland; Los Bundebruk, La Montaña Mágica y la Muerte en Venecia, de Thomas Mann; Don Segundo Sombra, que es una novela maravillosa; Terra Nostra y La Muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes; EL Siglo de Las Luces, de Alejo Carpentier; El Señor Presidente, de Miguel Angel Asturias. Por supuesto que he leído toda la novelística de García Márquez, que es bastante desigual y de la cual sobresalen Cien Años de Soledad y El Coronel no Tiene quien le Escriba, que es una obra maestra.

Luego siguió:

- Hay una novela que leí y me gustó mucho, por lo cual la recomiendo: Castigo Divino, de Sergio Ramírez, un sandinista que fue vicepresidente de Nicaragua. Y hay un novelista cubano, José Soler Puig.
- Curiosamente - observa, después de una pausa - antes de la revolución de Fidel Castro Cuba tenía grandes poetas, críticos, ensayistas, pero no tenía novelistas y esa fue la razón por la cual Raúl Roa interesó a Gallegos para que fuese a la isla a y escribiese allá una novela. Pero después de la revolución castrense han aparecido nombres importantes en el campo de la novelística, como éste Soler y Jesús Díaz, que terminó por exiliarse.
- ¿Qué país considera Ud. que por estos días tiene la mejor novelística en Latino América?
- Colombia.

Breve silencio que rompe el entrevistado para añadir:

- En 1948 cuando Uslar Pietri escribió “Letras y Hombres de Venezuela”, apuntó que iba a hacer una observación polémica, que no fue otra que la siguiente: la mejor novelística latinoamericana es la novelística venezolana: Gallegos, Díaz Sánchez, Otero Silva, Alejandro García Maldonado, Mariano Picón Salas con Los Tratos de la Noche.”
- Jorge Amado tiene como veinte novelas. Comenzó como a los veinte años con “País do Carnaval”. Escribió una trilogía política cuando el golpe de Getulio Vargas y la creación del Estado Corporativo. El era comunista; pero después cambió su etilo y ha escrito novelas magistrales como “Doña Flor y sus Dos Maridos”.

Tras una pausa porque su distinguida esposa sirve otro delicioso café, Don Pedro prosiguió: Hay un descuido enorme en las escuelas y liceos en lo que respecta a la formación de la mente muy distinta de la época cuando yo era escolar. Nos enseñaban a leer y a pensar. Hay gente que ahora no entiende lo que lee.

- Y después ese chaparrón que recomienda deberían darse los jóvenes con las mejores novelas latinoamericanas, deberían igualmente darse un baño, según él, aunque fuese breve, de clásicos españoles antiguos y modernos. La literatura francesa no me interesa por ella misma, sino por la repercusión en la literatura española y en la nuestra, sobre todo, después de Rubén Darío y de los grandes maestros de la narrativa norteamericana, pues muchos de éllos participaron en la Segunda Guerra Mundial de alguna manera y al regresar a su país descubrieron que nada había cambiado y esto lo reflejaron en sus obras: Fitzgerald, Hemingway y han pintado al país internacionalmente, como éllos lo veían. Han sido llamados “la generación perdida”. Te repito, soy devoto lector de buenas novelas norteamericanas como las de Truman Capote. Nos tocó la retirada y nos quedamos maravillados ante la colección formidable de libros sobre tauromaquia que atesora en un sitio especial “Soy aficionado” - me aclaró - y están a tu orden. Gasto mucho en libros, es verdad; pero no voy restaurantes, no fumo ni bebo. No gasto en otras cosas. Y además a uno le fían... y así nos despedimos. Como empezamos.

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