viernes, 10 de enero de 2020

José Antonio Casanova: "Sale más barato hacer un estadio, que hacer una cárcel"




“El deporte debe ser incorporado a las Escuelas y Liceos como una materia de enseñanza obligatoria”


Este hombre afable-alto y elástico, ligeramente desgarbado, que tenemos por delante, ha llenado casi tres décadas de nuestro deporte nacional: el béisbol. Tanto en la llamada pelota “amateur” o de aficionados, como en la profesional. Su estrategia, ora ofensiva, ora defensiva, ha sido materia de encendidas discusiones. Cada fanático, desde la tribuna, es un detractor apasionado o un ferviente partidario del manager José Antonio Casanova, uno de los grandes atletas venezolanos de todos los tiempos. 

Es un hombre discreto, con discreción que raya en la timidez; un hombre sano, sin vicios, con un altísimo sentido de la justicia y de la honradez. Un buen venezolano que a los 45 años -que es su edad- ha sido uno de los mejores embajadores deportivos de nuestro país en el ámbito latinoamericano. Como pelotero de altísimos méritos o como manager de equipos nacionales que le han sido encomendados para justas bolivarianas, torneos panamericanos o competencias con equipos del área del Caribe, ha sabido brillar siempre, sin poses “impertinentes” sin pedanterías, con el espíritu puesto al servicio del triunfo para su país, para el béisbol. Ha sido y seguirá siendo por mucho tiempo la gran pasión -casi la única causa- de su vida 

El 31 de diciembre en su casa de Los Chaguaramos, la cabeza entre sus manos, revelaba, casi al margen, en una conversación agradable que se prolongó toda la tarde, que jamás ha sido militante político, pero que pese a ello ha tenido problemas y no pequeños, por cierto, “por ese sentido profundamente arraigado en todos los venezolanos, de estar contra la injusticia”. 

- ¿Acaso por el último proceso electoral, con tanto candidato presidencial? 
- ¡No oh! ¡Cómo puede pensarlo! Aquí, el día de las elecciones, quienes estábamos en edad de votar fuimos a la mesa electoral correspondiente, depositamos nuestros votos y regresamos todos a la casa, a aguardar las informaciones sobre el desarrollo del proceso.
-Aunque sí - detuvo momentáneamente el parlamento, miró a Teresita, su esposa, como solicitando su parecer y élla, contenida la risa, lo animó -.Tuve una pequeña escaramuza con la Raquel. 

Se refería a su hija menor, una linda chipilina, de ojazos negros, grandes y gracia natural y adorable en una criatura de 5 años, consentida y traviesa.

- ¿Qué pasó con la Raquel? 

Doña Teresa Lemoine, la esposa del dirigente beisbolero suele llamarlo por el apellido, indica que Raquel nació a raíz de la caída de la dictadura, el año 58, cuando ya los otros 4 vástagos de la familia habían atravesado la barrera de los 15 años.

- ¡Y es el tormento y la adoración de todos!

Raquel se mete entre las piernas del padre, con un enorme helado entre las manos, para eludir la persecución de la madre. 

- ¿Y la riñó Casanova por las elecciones? 
- ¡No hombre! Resulta - explica él - que tenemos una pareja de perros pastores y de la última cría resolvimos dejar un cachorro de piel relumbrosa, casi azul y dimos a Raquel el encargo de buscarle nombre. 
- Bueno, ¿y qué pasó entonces? 
- Pues que, como todos los muchachos, está enterada del nombre de todos los candidatos, de los slogans, de los colores de los partidos y no se le ocurrió ningún otro nombre que el de Borregales, para el cachorro.
- La regañé, por la falta de respeto, sin dejar de comprender, por supuesto, que no está en edad de hacer disquisiciones, Lo cierto es que le prohibí que llamara así al perro y élla, ni corta ni perezosa, le buscó otro. 
- ¡Bueno – dijo - entonces lo pondré Wolfgang! 

Y Casanova desesperó. 

- ¡Candidatos no, Raquel! ¡Candidatos no! 

Porque la chipilina quería darse su punto y ponerle a la mascota el nombre de un candidato presidencial. Buscaba en su memoria los otros nombres en el abanico de opciones que había; pero ante la prohibición paternal y bajo protesta, admitió: 
- Lo pondré Diablo. ¡Pero conste que no me gusta! 

EL PELOTERO ES UN OBRERO 


José Antonio Casanova es un hombre que se ha hecho a sí mismo. “Pulseando con la vida”, como suele decirles a sus muchachos. Hijo de un modesto albañil, desde los 15 años andaba metido en la “manigua” -pelota de los campos abiertos-. Un par de alpargatas viejas y una enorme concha- una torta como de casabe, formada por dos pedazos de lona parecida a un mascotín para recibir la pelota-. 

Jugó en los Puertos de Altagracia, en Cabimas y en Maracaibo. Pelotero de extraordinaria velocidad, desde joven comenzó a desempeñarse en la tercera base y en el campo corto. En 1935 -apenas cumplidos los 18 años-alineó como la tercera base regular de aquel famoso equipo Centauros, de Maracaibo, que dirigía Don Pelayo Chacón y para 1941 jugaba en las filas del Princesa, en Maiquetía, a las órdenes de Don Jesús Corao, su admirado y gran amigo. En 1943, consagrado como un seguro escamoteador y un hiteador consistente, el Princesa lo cedió en calidad de préstamo a aquella Venezuela memorable de Juan Antonio Yanes, que ese año conquistó su último Campeonato en la pelota profesional venezolana. Casanova recuerda con cariño a sus compañeros de entonces -muchos de ellos desaparecidos-: Loro Escalante, Grillo Báez., Héctor Benítez Redondo, Guillermo Vento., un cubano de nombre Pedro Díaz., el zurdo Requena, Atilano Malpica. 

Considera el hoy manager y propietario del equipo La Guaira como una de sus mayores satisfacciones el Campeonato Mundial de Beisbol Amateur de 1941, conquistado en Cuba por un equipo venezolano en el cual se desempeñó como un maestro del campo corto. Casanova, individualmente, clasificó como campeón infielder y perdió el liderato de bateo -totalizó 429 puntos- con un mexicano de apellido Prieto por diferencia de 2 o 3 tantos. 

Casanova conduce a sus huéspedes a un pequeño rincón de su casa donde conserva, colgados de la pared, sus diplomas y las fotos de los equipos amateurs que ha dirigido. En el sitio de honor está el cuadro con los Campeones Mundiales del 41. Al centro, de cuerpo entero, la figura del “Chino” Daniel Canónico, el as serpentinero que lanzó los dos partidos cruciales contra Cuba que le dieron el triunfo a Venezuela. En la parte superior, los rostros sonrientes de Abelardo Raidi, Jefe de la Delegación y de los coachs Jesús Corao y Carlos Maal. Luego la del manager Manuel Antonio 

Malpica -El Pollo- y después las de los integrantes del conjunto: Jesús “Chucho” Ramos, Casanova, Luis Romero Petit, el zurdo Héctor Benítez Redondo, Dalmiro Finol, Guillermo Vento, Enrique Fonseca, el desaparecido zurdo José Pérez Colmenares, los lanzadores Domingo Barboza, Ramón “Dumbo” Femández, Julio Bracho, Felipe Gómez, Benjamín Chirinos, Juan Francisco Hernández “El Gatico”, Pedro Buzo Nelson y los “utility” Francisco “Tarzán” Contreras y Atilano “Inga” Malpica.

Es entonces cuando dice, en un breve paréntesis: “El pelotero es un obrero. Y un obrero sometido a las más duras disciplinas. Cuando está en temporada se le exige que no tome; le limitan el uso del cigarrillo. Debe recogerse temprano y llevar una vida moderada, No debe engordar porque pierde velocidad: no debe trasnochar si tiene juego a la mañana siguiente, para que sus reflejos respondan al máximo. Y tras todos estos sacrificios una temporada tras otra, cuando sus facultades se agotan, después de divertir al público durante años, cuando ha contribuido con su esfuerzo a dar nombre y lustre al país, conquistando pendones por los campos deportivos del mundo, se da muchas veces el caso del pelotero olvidado y miserable que depende de algún ser caritativo con más sensibilidad y memoria que otros, que organiza torneos benéficos para que el viejo atleta -soldado y símbolo muchas veces- pueda hacerle frente a urgentes necesidades” . 

- En oportunidades a ese atleta le escamotean las reivindicaciones sociales que otros venezolanos han conquistado a través de sus luchas sindicales. Para éllos no hay vacaciones, utilidades, indemnización por cesantía, ni pago extra por día feriado. Están sometidos a un contrato individual por el cual deben trabajar... hasta cuando conserven sus facultades y respondan sus músculos al llamado imperioso de la defensa apremiante o del batazo sensacional. En caso contrario, queda a la deriva, sin protección, siquiera, del gobierno, que bien pudiera aprovechar su experiencia y colocarlo en un trabajo en el que pueda seguir rindiendo, esta vez como instructor, orientando a la juventud, dirigiendo su energía torrentosa. 

UNA DEMANDA QUE HIZO HISTORIA 


Nada de aspavientos. Nada de inflexiones en la voz ni de gestos. Si en su época de pelotero activo, de hiteador seguro, de fildeador impecable, los periodistas dieron en llamarle “el taciturno”, por la naturalidad y sencillez con la cual se desenvolvía, en su vida actual, común y corriente, es igual. Nada de discursos, nada de expresiones vulgares o disonantes. Con voz pausada y con un impulso interno fluido que lo hace aparecer distinto, Casanova observa, señala situaciones, conflictos, posiciones relacionadas con el mundo deportivo, que es su mundo, con la pelota, que ha sido su vida, con profundo conocimiento y con sentido de la realidad social en la que se desenvuelve. 

- Nací en la Parroquia Santa Lucía – dice - en una casa que tenía un patio inmenso, sembrado de frutos diversos y bajo los cuales los muchachos del barrio hacíamos partidas usando pelotas hechas con pabilo. Después de mis primeras aventuras en Cabimas y en los Puertos de Altagracia y de mi paso por el Centauros, hice rni primera incursión a Caracas en 1937 Jugaba la temporada y regresaba a Maracaibo. El año 40 me quedé de un todo. 
-¿Y cuándo se casó? 
- En 1941. 

Nueva interrupción de Doña Teresa que se ha acercado con sendas tazas de un humeante y sabroso café negro -Casanova es un empedernido tomador de café- para indicar: 

- Nos conocimos en el lugar más prosaico que usted pueda imaginar.
- ¡Sí¡ 
- Como lo oye. 

Casanova ríe. La Doña agrega, ya de regreso a la cocina con las tazas vacías: 

- Nos conocimos en casa del dentista. 

Todos celebramos la confesión de la señora Casanova, que se queda unos minutos más, mientras su esposo va dando los nombres de los hijos: José Antonio, el mayor, tiene 22 años y estudia contabilidad; Yolanda, anda por los 20. Haydee tiene 19 y es estudiante de tercer año de medicina en la Universidad del Zulia; Diana Beatriz cuenta 18 y sigue curso de IBM y la bordona Raquel que tiene 5 años. 

-Esta es un flycito - ríe Casanova, atrayéndola hacía él Y provoca el estallido de su mujer, que lo mira con aire de reproche-: 
- ¡Flycito, dices tú!.. Pero imagínese, comenzar de nuevo, después que los otros muchachos ya estaban crecidos…

Y vuelve a reinar el espíritu cordial y risueño, tras el reproche. 

Regresamos al punto que habíamos dejado apenas esbozado, el relativo a la demanda que reivindicó al jugador de béisbol. 

- Pues bien - retorna el hilo de sus recuerdos - después de mis años en El Princesa, en Maiquetía, y mi paso por el Venezuela, al regreso de La Habana, no sé si recuerda que aquí en Caracas, creo que en el año 43, en un juego con un equipo de Cuba, Villa Cabrera, en un slide en la segunda almohadilla, me lesionó. Me llegó de frente, con sus ganchos y me causó, no solo un derrame signovial intenso, sino que me desgarró tejidos internos. Nunca pude recuperarrne de esa lesión y al año siguiente, convaleciente aún comencé por dirigir el club Victoria. De ello hace ya dos décadas. 

Una pausa, para luego señalar: 

- Andaba por los 26 años cuando el Cervecería Caracas surgió a la arena beisbolística en el Estadio San Agustín del Sur. Me llamaron y me confiaron la dirección del equipo, formado por casi todos los jugadores que habían sido mis compañeros en las Series Internacionales de los años 41, 42 y 43. No era una tarea fácil hacerse respetar y conducir un conjunto de extraordinarios peloteros perteneciendo o habiendo formado parte de la misma promoción. Me correspondió una etapa difícil. Estuve dirigiendo el equipo hasta 1953, cuando por razones que no vienen al caso, el equipo fue disuelto y despedidos los peloteros. Consideré injusto que a nosotros, que le dedicamos nuestra juventud y nuestros mejores esfuerzos a la causa de aquel equipo, nos fueran a soltar así, como lastre. Consulté el caso con el doctor Rayrnundo París del Gallego, advirtiéndole, de entrada, que no disponía de un solo centavo para llevar adelante la causa y que me movía el propósito de conseguir para los peloteros la reivindicación social a que teníamos derecho como venezolanos y como trabajadores. 

- Y demandamos. Y el para entonces titular del Juzgado Cuarto del Trabajo del Distrito Federal, sentenció a nuestro favor. Desde entonces se les reconoce a los jugadores de béisbol profesional las reivindicaciones sociales a que tiene derecho todo obrero. Porque – repito - todo pelotero es un obrero; especializado, si ustedes quieren, pero obrero que está ajustado a un sueldo, a una disciplina y a una causa que no puede dejar y con cuyo trabajo se incrementa la riqueza de la empresa o del propietario. 

- Demandé - completa Casanova, quien asumió por entero la representación de sus colegas - porque era de justicia. Y el juez nos dio la razón a mí y al doctor París del Gallego.. 

EL MARRONISMO 


- ¿Y qué piensa el manager Casanova del amateurismo y de eso que llaman marronismo; esto es, del jugador aficionado o amateur que cobra indirectamente? - le preguntamos. 
- Pagarle a un muchacho amateur sin que ese muchacho realice un trabajo es una inmoralidad; porque en vez de proteger el deporte se crea una peligrosa escuela de vagos. Vea, cuando fui manager del Cartografia, en el que despuntaron tan buenos jugadores como Andrés Quintero, Argenis Gil, Román Vilchez, me oponía tercamente a que se les diese trabajo. Muchos de éllos, antes que dar el salto al profesional prefirieron quedarse en su trabajo y solicitar permisos para practicar o para participar en torneos internacionales. Dieron lustre al deporte nacional y se hicieron a una profesión honorable con la cual se ganan dignamente la vida. 
- El marronismo – dice - es mala escuela. A los jóvenes hay que darles un trabajo. Ponerles en la mano un destino, al mismo tiempo que se les instruye en el deporte por el cual sienten afición. Yo considero que el gobierno-y así se lo dije el otro día al Gobernador- debe considerar la manera de promover el deporte, el amateur y el profesional y amparar a los viejos atletas; a quienes destacaron. 
- ¡Mire, le sale más barato hacer un estadio que una cárcel! -Creo que estas fueron mis palabras. 

Detiene momentáneamente la conversación, para organizar sus ideas y prosigue: 

- Sostengo que muchos de los asaltos a mano armada en las barriadas populares y otros hechos de violencia se deben a desorientación; que esos grupos de traficantes de marihuana o de fabricantes de bombas no existirían si las autoridades, en vez de dejar el deporte de la mano de Dios, como se dice, le hubiesen dirigido una mirada. Si hubieran comprendido que la ciudad se iba quedando huérfana de campos deportivos, llenado de edificios, apretando más, asfixiando más a la muchachada, que no dispone de lugares abiertos que le permitan expandirse. Si hubiesen tendido la mano a los viejos atletas que hoy se marchitan detrás de los tragos, conseguidos a la sombra de pasadas glorias, para confiarle la parvulada de los liceos de la capital y del interior. 

Le brillan los ojos al veterano pelotero cuando cambia de tema:

- Nuestro beisbolista tiene mucho coraje. Es de gran clase. Vea sino el tamaño de esos grandes atletas norteamericanos y compárelos con las figuritas diminutas de Luisito Aparicio, Vitico Davalillo, César Tovar, por citarle algunos. Pero les sobra corazón, entusiasmo y valentía. Y han descollado por eso. Por ese arrojo. Nosotros, los viejos atletas, estoy seguro, asi como en nuestra juventud nos dimos íntegros por nuestros colores. Daremos frutos en el ocaso. Para eso estamos, para dirigir, para guiar, para orientar a la juventud. ¿.Por qué no asaltan a un Carrasquelito, a un Vidal López, a un Daniel Canónico? Porque se han ganado un puesto en el corazón de todos los venezolanos y porque, aparte ese cariño, producto de sus hazañas deportivas, los respetan por la vida que han llevado, limpia, honesta, pulcra, de consagración al deporte, a la familia, al terruño. 

- ¿Debe pues, el gobierno, meterle mano a eso? 

- ¡Por supuesto! Mire, en Santo Domingo las autoridades cobran un dólar a los equipos profesionales por el arrendamiento de los parques de béisbol. La municipalidad cobra la mitad de la energía eléctrica que se gasta en los juegos nocturnos y por si fuera poco, el gobierno contribuye con 50 mil dólares a cada equipo durante la temporada, usted me preguntará el por qué y la respuesta es evidente y sencilla: Pues porque esos equipos le han prestado un servicio social. Están divirtiendo a una gran masa de ciudadanos que darían rienda suelta a otras inquietudes en el caso de que no acudiesen a llenar los parques deportivos para ver jugar a sus atletas. Y muchos de los estelares deportistas de Santo Domingo, de Puerto Rico y otros pueblos del Caribe, rendida su labor profesional, pasan a desempeñar cargos importantes en los institutos educativos del Estado, donde cumplen una tarea útil que les permite ganarse el sustento. ¿Sabe usted por qué no viajó Tetelo Vargas con el equipo La Guaira esta temporada? Pues porque es instructor en la Universidad de Santo Domingo; y en parecida circunstancia está Horacio Martínez. 

Seguidamente trajo a cuento la figura de Marvin William, extraordinario segunda base, de gran colorido y muy querido de la afición venezolana, que dio en acomodarle el remoquete de “Coqueta” William por la manera como se desempeñaba en su posición.

- Lo encontré en Corpus Christi, cerca de Houston. 
- William, - le pregunté - ¿sigues en la pelota?

Hizo un mohín, dejó ver su doble hilera de blancos dientes y me respondió, con su simpática cháchara:

- Ya no juega, chico, porque no veo la bola. Estoy casi ciego, chico. Ahora vende cerveza. Coge mi camión y ya está. Todos le compran a negro William.

Vuelve Doña Teresa con mas café y tras el intervalo, Casanova, a instancias nuestras, va recordando sus grandes y sus malos momentos dentro de la pelota: La gran Serie Mundial de 1941, la Séptima y la Octava Serie Mundial Amateur, que ganó como manager; los Juegos Panamericanos y del Caribe el año 1954, en México: los Panamericanos de Chicago, en 1959, al frente de la Delegación Beisbolera de Venezuela. 

- Han sido los momentos grandes de mi vida. Aunque también han sido extraordinarios para mí los triunfos de mis pupilos: Alfonso “Chico” Carrasquel, Luisito Aparicio, Teodoro Obregón.

Recuerda emocionado su época en el Cartografia de Caracas: sus Campeonatos Nacionales ganados con el equipo de O.S.P. de La Guaira, ciudad sede del equipo que actualmente dirige en el certamen profesional. 

La idea central de José Antonio Casanova es la de que el gobierno debe declarar el deporte materia obligatoria en escuelas y liceos. Esta idea envuelve una cuestión social que va mucho má allá de la simple enseñanza teórica. Se trata del contacto de los chicos con los grandes atletas ya retirados, que les van a ir guiando, corno un maestro, que les van a ir estimulando el deseo de superación, que los animarán a constituir equipos parroquiales, cuya hornada medirá sus posibilidades con las hornadas de las demás parroquias. Cada equipo tendrá sus madrinas y sus partidarios, como es natural. Y la chiquillada tendrá, aparte del destino de la instrucción, el no menos importante del deporte. Serán los liceos y las concentraciones escolares, semilleros de centenares futuros atletas y de fanáticos que llenarán los parques, divorciados de vicios. Crecerá una juventud fuerte, sana, distinta. Por otra parte, se incorpora al mercado de trabajo un buen contingente de venezolanos, por lo cual también es positiva la protección sin regateos de este deporte. 

Vuelve la conversación al terreno estrictamente deportivo. Casanova habla de los nuevos pinos. De Juan Quintana, un espigado muchachote de Tacarigua de Maporal y de José Herrera, un chaval de Mene Grande con un futuro promisor por delante. Habla de la clase de pelota que está jugando en la actualidad Luisito Aparicio y de la mística que existe en el equipo que dirige, su equipo, que está dando la gran batalla en su segundo año en el béisbol profesional.

- Y eso que no tenemos estadio - se queja -, pese a la promesa que nos hiciera el Presidente Betancourt, que dotaría a La Guaira de un gran parque de pelota. Es el litoral un sector densamente poblado y con una fanaticada leal y extraordinaria. Con dos años apenas en la pelea estamos metiendo más público que ningún otro equipo. 

- ¿Y qué hay detrás de todo esto de la demanda, Casanova? - le pregunto esta vez por las condiciones del Campeonato en el que interviene su equipo, referidas a la importación de jugadores y al número que debe tener cada club.

El dirigente nos abandona por breves instantes, al cabo de los cuales regresa trayendo entre sus manos los estatutos por los cuales se rige el actual campeonato. Una de sus cláusulas autoriza al equipo La Guaira a jugar con siete importados y la cláusula final establece que cualquier modificación al Reglamento solo será válida cuando ésta sea aprobada por unanimidad de los representantes de los cuatro equipos participantes. 

- Ocurre que nosotros no estamos de acuerdo con la inclusión de un séptimo importado en los otros conjuntos y la Liga, sin siquiera notificarlo a la máxima autoridad del torneo, que es el Comisionado, lo dispone, violando de manera flagrante las normas que rigen el torneo. 

- Y si ayer, sin un centavo, demandé porque estaba en lo justo a una empresa con muchos millones, ahora, asistido por la misma razón, no vacilaré en demandar a la Liga para que cumpla los estatutos. Sería lógico y aceptable que esa decisión hubiese sido tomada si el equipo hubiese igualado la posición de los otros competidores; pero a tres juegos y medio del primer lugar, es inaudito aceptar tal situación, máxime cuando a todos les consta que nuestra cuota nativa es relativamente débil, a excepción de Aparicio Jr. y de Elio Chacón, en comparación con la de otros participantes en la justa. 

- ¿Y por qué su hijo no fue pelotero como usted? 

- Ah, porque yo lo llamé y le dije: “mira, hijo, si te gusta la pelota y crees que te puedes abrir paso por tu propia cuenta, hazlo. Me dolería profundamente que resultases uno del montón; que jugases amparado solo con el nombre que pueda haber tenido tu padre. Y mi hijo comprendió. La vida del pelotero no es nada fácil. Repito, mientras está activo, tiene que privarse, incluso de comer, sobre todo si tiene tendencia a engordar. 

Una llamada telefónica lo hace levantarse de la silla en la que ha estado sentado desde cuando fue a buscar los estatutos del Campeonato Profesional. Es un cadete de la Escuela Militar que le llama para darle la felicitación de Año Nuevo. 

- Llevo quince años como instructor en la Escuela Militar – confía -. Es también uno de mis mayores orgullos. Los muchachos que llegan allí aprenden a correr, saltar, a hacer deporte. Cuatro meses de entrenamiento y son chicos distintos, fuertes, animosos. 

Desde hace cinco años lo acompaña como instructor- ayudante el gran outfielder venezolano Héctor Benítez Redondo. 

- Le voy a decir al Gral. Pablo Flores... y una nueva sonrisa asoma en el rostro del manager e instructor.

- ¡Cómo pasa el tiempo! ... Cuando llegué a la Escuela Militar llamado por el hoy Jefe del Estado Mayor, éste era entonces capitán. 

Y vuelve a su tema central: “La delincuencia juvenil se puede combatir con el deporte. Hay que hacer deporte: en los liceos, en las escuelas. Cuando regresamos de Chicago, en 1959, el Presidente Betancourt ofreció un almuerzo a los peloteros campeones. Yo le hice esta observación, que ahora le repito y él me dijo que estaba en lo cierto, que había que hacer estadios. 

- Corno el de La Guaira - se chancea el reportero-.

- Por supuesto. Un equipo profesional cuesta en la actualidad alrededor de noventa mil bolívares por mes. Si nosotros descargamos los gastos de movilización por los juegos que haríamos en estadio propio, es lógico y notorio que no tendríamos que apelar al encarecimiento de las entradas. El espectáculo sería más asequible. Y no olvide usted que nosotros prestamos un servicio útil y que estuvimos sometidos durante un tiempo a la calamidad que significó la ausencia de espectadores, por el temor de la gente de concurrir a estos eventos por los tiros y las bombas. Pese a ello, estuvimos en los estadios y jugamos y divertimos al público, le proporcionamos ratos de esparcirniento a buena parte de la colectividad caraqueña, sin ser nosotros políticos y sin ser gobierno, perdiendo por la falta de asistencia. Es natural que ahora aspiremos, tras la tranquilidad recuperada, que nos proporcionen la manera de seguir divirtiendo a los venezolanos y de seguir viviendo. 

-¿No le parece?- 

Pero no queríamos despedimos del personaje sin antes preguntarle por el cuento de su superstición, de que tanto se habló en su época de jugador y en su desempeño como manager.

- Bueno, como todo jugador, tengo algunas, como es corriente entre nosotros los peloteros; por ejemplo, si salgo de la cueva con el pie derecho y me pongo a ganar el juego, desde ese mismo episodio comienzo a salir de la cueva siempre con el pie derecho; si pongo un guante sobre otro y hago carrera en ese inning, allí se quedan los dos guantes, uno sobre otro. Una vez la cogí por no mirar la pizarra de anotaciones; pero abandoné esa costumbre desde cuando perdí un juego. Creía que estaba en desventaja de una carrera cuando en verdad perdía por dos. Esas son mis famosas supersticiones. Y entonces si llegó el final de una grata conversación con un extraordinario deportista, con un hombre que no solo ha dedicado su vida al béisbol, el pasatiempo de las mayorías en el país, sino con un venezolano ejemplar que ha sabido estar a tono con su época y estado a la cabeza de sus compañeros de promoción. 

Con José Antonio Casanova, en su casa 

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