"Era vendedor de almohadillas y refrescos en los tendidos en Maracay cuando toreó Manolete. Así que de verlo, no lo ví. Yo estaba ocupado en mi negocio", confesó César Girón. |
César Girón -de los más grandes, sino el mejor torero que ha dado Venezuela- lo decía con los ojos entrecerrados, mientras daba una larga chupada a un cigarrillo, a diez pisos de altura sobre la ciudad, desde el ventanal del Club 200, que el .amigo de toda su vida, el mejor amigo, su mejor amigo, ha sido el toro. Después añadiría muchas cosas, sobre la fiesta brava, de los terrores solitarios de los espadas, de los intereses que se mueven en tomo a las lidias en América y en Europa; de su futuro y del futuro de sus hermanos, toreros como él. Pero primero comenzó por hacer referencia a su “amigo” el toro.
- Me exige que me cuide, que le dé naturales y derechazos, que le clave la espada en el hoyo de las agujas y alguna vez me infiere una cornada, pequeño y discreto aviso, notificación de que no estoy haciendo las cosas bien. A cambio de ello me da dinero, fama, relaciones sociales, simpatía. Y nada me pide a cambio. Hombre sencillo y sin afectaciones en el trato común y corriente, César Girón, que a los 29 años ha conseguido fama y fortuna y ha paseado triunfante el nombre de Venezuela por todas las plazas del mundo derrochando clase torera, valor y una honestidad profesional que no ha sido puesto en duda nunca, ni siquiera por sus más enconados rivales, habla con profunda sinceridad de sí mismo y lo que para él ha constituido su vida: El toreo.
De allí que, al entrar en materia y al responder a la pregunta de si había visto torear a Manolete, señalara:
- Era vendedor de almohadillas y refrescos en los tendidos en Maracay cuando toreó Manolete. Así que de verlo, no lo ví. Yo estaba ocupado en mi negocio. Y tras una pausa:
- Pero fue un gran revolucionario del toreo: Acortó las distancias entre torero y bestia... ¡Y enseñó a cobrar!
- ¿Cree Ud. haber igualado o superado al Monstruo de Córdoba, como llamaban al gran Manuel Benítez?
- Considero pedante usar la memoria de Manolete para auto determinarme.
Ahora, si estuviera vivo, diría que era mejor que él.
- Pero, ¿cuál de los dos se arrimó más?
- Debo confesarles que el toro se acerca más a mí que yo al toro - y suelta la risa.
Girón lleva 16 años toreando. En su bagaje torero se han acumulado 150 trajes de luces (en una temporada estrenó 34 trajes para 54 corridas). Cada uno de los trajes -es precio standard- cuesta 12. 500 pesetas en la calle del Prado, en Madrid. Sin embargo, sus comienzos fueron los de un niño pobre que, según él mismo confiesa, fue vendedor de periódicos, limpiabotas y ladrón de mangos en Maracay.
- Aunque Maracay es mi tierra adoptiva, nací en Caracas, en La Roca Tarpeya. La verdad es que Maracay siempre me ha tratado muy mal.
- ¿Por qué? - surge obligada la interrupción.
- Precisamente por eso: Porque me conocieron como vendedor de periódicos y limpiabotas. Volví hecho un hombre, creado en otro ambiente y con una gran posición económica que me obliga aún contra mi voluntad a hacer un tipo de vida diferente a la que llevé cuando joven. Si allá encuentro a cuatro amigos de mi infancia, los saludo con cariño y les pregunto por sus vidas, pero no puedo írme con éllos a beber aguardiente porque no lo permite mi profesión. Por eso muchos creen que me he vuelto orgulloso y que trato de olvidar mi origen. Además, como les ocurre a todos los artistas, en esa reacción del público de Maracay, hay también un poco de envidia. Y esto es natural y hasta necesario. ¡Pobre del artista que no despierte envidia!..
Luego de la digresión, prosigue:
- Mi primera experiencia taurina fue en una novillada en Maracay en la que participaban “Los Chicos de Querétaro”. Me lancé al ruedo y allí me dí cuenta de la irresponsabilidad de los espontáneos, que arriesgan todo a cambio de nada. Más tarde tomé parte en varias becerradas, algunas con animales de Guayabita; pero en su mayor parte con becerras de Don Francisco Solórzano, quien nos las prestaba. Para que las toreáramos antes de llevarlas al matadero. Solórzano y Pedro Pineda fueron mis protectores en esos tiempos. Pineda me enseñó a torear becerras y organizó la primera novillada en la que vistiendo traje de luces debuté en Maracay junto con Moreno Sánchez. No tuvimos éxito porque carecíamos de experiencia y los toros eran muy grandes para nosotros y tenían las puntas afiladas, a lo que no estábamos acostumbrados. Después participé en novilladas en Maracay, Valencia y Puerto Cabello con variado éxito. En Caracas debuté como novillero en octubre de 1950, en un mano a mano con Moreno Sánchez (el Diamante Negro) quien fue herido por su primer toro, de manera que yo lidié los seis animales y corté tres orejas y un rabo. Por primera vez fui paseado en hombros y le tomé el sabor al triunfo. Me fui a España, en abril de 1951, después de haber luchado inútilmente en un medio taurino tan difícil como el de Venezuela. Cuando me fui, solo tenía 600 bolívares. Todo cuanto había ganado en las numerosas novilladas en las que había participado. Mi primo César Perdomo me prestó los otros 600 bolívares para adquirir el pasaje. Llegué a Madrid con 60 dólares por todo capital, que me había regalado Don Horacio Carrasquero, en recompensa por un toro que le dediqué. Mi equipaje consistía en un traje, varias camisas e interiores, una máquina de escribir y una espada. En esa espada deposité todas mis esperanzas de triunfo.
César Girón, dueño de una casa y de un apartamento en Madrid, así como de varias propiedades en Venezuela -el mismo que admite haber sufrido cuantiosas pérdidas en una aventura empresarial cinematográfica- se muestra reticente a responder concretamente cuánto dinero ha ganado, aunque no niega que es bastante:
- He ganado menos de lo que mis amigos quieren y más de cuanto mis enemigos desean- responde elusivo. Mi primera novillada sin caballos en España fue en Miranda del Ebro, en mayo de 1951. Creo que no quedé ni bien ni mal; pero, francamente, carecía de experiencia con toros de casta. Un mes más tarde, el 17 de junio, el día en que cumplía 17 años, tuve mi segunda novillada, en Burgos. Sufrí una herida leve; pero corté una oreja. En esa misma región de España participé en otras 1 7 novilladas sin caballos y también en dos festivales, en uno de los cuales participaba el diestro mexicano Carlos Arruza, quien me hizo el primer elogio: “este es un león sin melena”, dijo. Mi primera novillada con picadores fue en Lunel, Francia, donde corté tres orejas que aún guardo como recuerdo. Luego pasé una temporada muy dura. Toreaba cuando podía y gasté las 14 mil pesetas que había ganado en las novilladas anteriores. Recuerdo que una vez, en un tentadero de Don Dionisio Rodríguez, éste me mandó a sacar con la Guardia Civil. Años más tarde me tomé el desquite negándome a torear sus novillos. Recibí la alternativa en Barcelona, de Carlos Arruza. En 1952 me fui a México, donde confirmé mi alternativa. Esta vez me la dió Capetillo, con el toro “Canastillo”, el 1° de enero de 1953. En la Monumental de México corté la primera oreja que lograba un torero venezolano en ese país. Hice allí otras corridas en provincia y en Acapulco me corneo un toro y fui a parar a la enfermería.
El famoso matador de toros ha sido comeado cuatro veces, tres en España y una en Valencia, Venezuela, en sus inicios. La más grave, una herida de 23 centímetros.
- Las cornadas las tira el toro y las pega Dios - declara solemne -. Pero de inmediato agrega que no es supersticioso ni usa amuleto al entrar al ruedo. Mi única superstición – expresa - es comer todos los días porque si no me muero. Pero volviendo al tema de las cornadas, señala que los toreros jamás piensan que los pueda matar un toro, ni aun estando en el suelo, a merced del animal.
- Si pensamos, por supuesto, que podemos sufrir una cornada y antes del paseillo, cada quien, ensimismado, piensa en lo suyo. Somos como la panadera... No hay tiempo para consejos ni para estimular a nadie. Desde el patio de cuadrillas, cada uno a lo suyo...
El matador, tras un paréntesis, bromea:
- El toro que me iba a matar a mí se murió del susto...
- Cuando regresé a Venezuela, solo me esperaba mi familia y me sentí deprimido porque yo era el primer torero venezolano que a fuerza de miseria, trabajo y voluntad, había conquistado fama en España y en México. Tomé parte en siete corridas y gané 38 mil bolívares, de los cuales invertí 27 mil en terminar la casa en la que vive mi familia, en Maracay. En seguida volví a España y mi despedida fue igualmente fría y casi sin amigos. Solo estaban César Perdomo y el Dr. José Antonio Pérez Díaz. Me fui desmoralizado, rabioso, tenía ganas de que me matara un toro o se cayera el avión. Ahora mi valija estaba cargada de amargura. Mis sueños de cosechar gloria y prestigio en los ruedos para Venezuela, a nadie parecía importarle, nadie me tomaba en cuenta. Esa amargura, sin embargo, resultó un impulso para triunfar. Quise llegar a la fama a toda costa y mi propia furia me hacía temerario ante los toros. Me arrimaba como un loco. Mi primer triunfo fue en Cartagena, un Domingo de Resurrección, en que corté cuatro orejas y un rabo. Al día siguiente enfermó Pepe Luis V ásquez y me llamaron a reemplazarlo. Esta vez corté cuatro orejas, un rabo y una pata. Las puertas del triunfo se habían abierto para mí.
Sonríe el matador, saboreando sus recuerdos, algunos muy gratos, según confiesa, mientras asoma amplia la sonrisa en su rostro. Actué en Barcelona y en Segovia y tomé conciencia que había empezado a cambiar mi suerte. Siempre tuve la obsesión de triunfar y poner el nombre de Venezuela muy alto. Creo que lo conseguí. El prestigio de los venezolanos ingresó en los anales de la tauromaquia hispana y ahora, cuando un venezolano llega a torear a España es respetado. En 1953 volví a lidiar toros de Guayabita en Maracay y corté una pata, la primera que se cortaba en esa plaza. En 1954 tuve mi temporada cumbre en España. Luché duramente contra el monopolio que los toreros españoles ejercían en todos los circos de ese país y me impuse. Comencé en marzo, en Castellón de la Plana, con toros de Pablo Romero. Corté dos orejas y gané el Trofeo de la Feria de Castellón. En Casablanca toree con Chicuelo y cortamos todas las orejas y rabos entre los dos. Luego tuve una sorpresa: me contrataron para la famosa Feria de Sevilla y en dos corridas obtuve grandes triunfos: dos orejas y un rabo. Esa tarde caminé por el redondel mostrando, jubiloso, el rabo que me habían concedido. Alguien arrojó al ruedo una Bandera venezolana y entonces se me salieron las lágrimas. Me parecía estar soñando; mi obsesión se había hecho realidad rni nombre daba una nueva imagen a Venezuela en el campo de la tauromaquia. Dos días más tarde tuve otra corrida y el rabo que gané lo recibí en la enfermería adonde me llevaron privado de conocimiento, víctima de una aparatosa cogida.
Ya el recuerdo de Girón transita por la puerta grande de la gloria:
- Fui contratado para torear en la Feria de Córdoba y corté la única pata que ha sido concedida en la historia taurina de esa plaza. Gané, seguidamente, tres Trofeos Manolete y no me concedieron el cuarto porque me declararon inelegible por haber ganado repetidamente dicho premio. He sido el único venezolano que ha obtenido esos galardones. Gané 23 premios de un total de 24 que se disputaron en esa Feria. Demostré así que se puede llegar a ser una figura del toreo sin torear en la Monumental de Madrid. En 1954, cuando regresé a Venezuela, tuve la sorpresa y el orgullo de haber sido recibido por millares de personas al pie del avión que enviaron desde Caracas a Lima para que me trasladase en un vuelo especial al país. Había llegado a la cumbre de mis sueños.
La conversación, inesperadamente, cobra otro giro cuando a alguien se le ocurre preguntar si ha admirado a algún torero.
- ¡Sí, sí! - a Parrita y a Carlos Arruza.
- ¿Y de los venezolanos?
- A Julio Mendoza - responde sin vacilaciones -. Ha sido el único entre los diestros venezolanos. Le correspondió una época verdaderamente difícil en la torería y tuvo el lujo de codearse con las mejores figuras de su época y darles la pelea. Julio hubiera sido uno de los toreros fuera de serie si se hubiese cuidado. Siento asimismo gran admiración por mis hermanos en el ambiente taurino y familiar. Mi hermano Curro resolvió abrirse paso por sí mismo y ganarse la posición que hoy ocupa luchando a brazo partido, arrimándose siempre, con ánimo constante de superación. Rafael, el mejor torero de los Girón, carece de algo.
- ¿De qué?
- De garra, de ambición.
Luego añade:
-Mi hermano Efraín puede ser una figura del toreo. De él depende. Y de Curro y de mí.
- ¿Cómo?
- Uno de los dos debe retirarse a descansar y dejarle el camino expedito, pues si no hacemos eso, le va a resultar muy difícil a Efraín, debido a las limitaciones, pues adonde vayan dos Girones no puede caber un tercero. No lo permiten las plazas españolas, ni las americanas. ¡Pero hay pasta de buen torero en Efraín. ¡Se los juro!
Retornamos el hilo de la narración sobre su andadura: Su regreso triunfal a Venezuela.
- El Concejo Municipal de Caracas me otorgó una medalla de oro. Yo estaba feliz de recibir el cariño de mi patria, por la que había luchado en los ruedos de España hasta triunfar. También me sentía satisfecho, por supuesto, por haber asegurado el bienestar de mi familia. Otra gran satisfacción recibí en Lima, donde me dieron el Escapulario de Oro y me tributaron la más grande ovación que he recibido en toda mi vida. Los peruanos me demostraron que me querían como si yo fuera un limeño. A propósito de eso recuerdo una anécdota de la que fue protagonista Don Miguel Otero Silva. El viajaba a Lima en un avión y una peruana le preguntó: ¿Ud. es de la tierra del gran hombre, verdad? Y Don Miguel, con su gran venezolanismo le contestó: “¡Sí, soy de la tierra del Libertador!”; entonces la limeña dijo: “No, no hablo de historia. Hablo de César Gírón”.
Añade el espada:
- Pero quiero decir que si bien ha sido en Perú donde he recibido el máximo homenaje popular, por lo cual me siento profundamente agradecido a Lima, sigo siendo venezolano por sobre todas las cosas. Mi lema ha sido siempre “todo por Venezuela”, porque en verdad César Girón lleva en el alma un sello que dice: “Hecho en Venezuela”.
Girón, como todos los grandes toreros, es un creador. De su experiencia en los ruedos y su habilidad para embelesar a los comúpetas ha conseguido imprimir su sello personalísimo de coraje y audacia frente a los astados en una serie de pases aplaudidos mundialmente: la girondina, la bilbaína -los más conocidos- la salmantina, la currina y últimamente, el pase de La Guadalupana que es una suerte que consiste en citar al toro de frente, colocándose el torero de perfil en el momento de la embestida, pasándolo finalmente por la espalda. La suerte tiene la virtud de cambiar totalmente la trayectoria del animal y es de una gran vistosidad. Los otros pases son circulares. La bestia sigue el engaño 360 grados.
- Ahora los he alargado, templando más, en lo posible, durante la embestida. Para llegar a esta calidad artística y aportar nuevas formas a la tauromaquia el torero necesita una práctica que solo da la experiencia, “el centrarse” con los toros, como se dice en el argot.
- Para que ustedes tengan una idea de lo que significa esta profesión mía, debo decirles que en 1956 participé en 78 corridas. En 28 días actué en 31 corridas, tres de ellas en un solo día, en Portugal. Eso para que no se diga que los toreros no trabajamos. Para entonces tenía firmadas 106 -tres menos, apenas, de la marca record de 109 impuesta por Juan Belmonte- y con perspectivas de superarla y llegar a 115. Pero sufrí un percance que me obligó a guardar cama por 20 días y perdí 27 fechas. Además de estos contratos, un torero profesional en España debe participar continuamente en festivales a beneficio de los pobres, cosa que yo hago con mucho gusto 15 y hasta 20 veces al año.
- ¿Cómo se prepara un torero para salir al ruedo? - le preguntamos.
- Bueno, en lo físico, el torero debe cuidarse mucho. Cuando empieza la temporada, desde luego, no es posible tomar una sola copa y uno debe someterse a un severo plan de ejercicio. Yo, por ejemplo, me levanto muy temprano y hago gimnasia. A veces juego golf, tennis o frontón. También tengo sesiones de natación y fútbol. Eso en lo físico. Pero eso no es todo en la preparación de un torero. Lo más importante es prepararse mentalmente para la tensión nerviosa que se sufre en las corridas y antes de ellas. Para eso no hay mejor fórmula que la soledad y la tranquilidad espiritual. Para que tengan una idea de lo que significa la tensión nerviosa de los toreros y el desgaste físico que esa tensión provoca debo decirles que yo rebajé tres kilos en dos corridas en Sevilla. Y este año, en 36 corridas, he perdido ocho kilos.
Girón confiesa que algunas veces esa tensión nerviosa es de tal naturaleza, que el diestro pierde la noción de cuanto lo rodea y olvida situaciones que ha vivido minutos antes de la lidia.
- Cierta tarde - recuerda - concluida una corrida le pregunté a un ganadero muy amigo mío y compadre, además, qué se había hecho. Le reclamé su inasistencia a la plaza, porque no recordaba haberlo visto. Mi asombro no tuvo límites cuando me señaló que estuvo a mi lado y conversó conmigo antes del paseíllo.
- ¿Ha pensado el matador, al entrar a la plaza, una tarde cualquiera, que esa puede ser su última actuación?
Girón es rápido y certero en la respuesta:
- Si lo pienso no voy.
Y es sincero. El torero libra un terrible combate interior el día de la corrida. Girón no come. Apenas una taza de café o un jugo al levantarse y un dedo de coñac antes de salir para la plaza.
- No es cuestión de miedo. El coñac me sirve para ponerme a sudar y así evitarme la fatiga inicial que produce la brega con los toros y los siete kilos que pesa el traje de luces.
Como parte de su preparación mental, sicológica, en su casa está prohibido hablar de toros.
Nada de referencias, anécdotas, consejos o sugestiones. Si se triunfa, un beso y un abrazo. Acaso eso sea lo que más nos ha unido a los hermanos Girón, el no comentar nuestras lidias. Salvo, de vez en cuando, una observación, surgida de haber visto una actuación.
- Por cierto - apunta el mayor de la dinastía - en días pasados advertí a Curro que estaba bajando mucho la mano al entrar a matar y que tenía que corregirse. Lo puso en práctica. Desgraciadamente, ocho días después lo empitonó un astado, justo en la suerte suprema.
La fiesta de toros no es todo luces y colores, sangre y arena. Tiene también, aparte del espectáculo apasionante de la lucha del hombre y la bestia y del público fanático que pierde la voz al compás de las faenas, un aspecto más frío en el que el coraje y el arriesgar la vida no cuenta. Solo cuenta el dinero. Es cuando la fiesta se convierte en negocio.
- ¿Ganan mucho los toreros?
- Sí. Pero más plata ganan los ganaderos. Y con mayor ventaja, pues en la actualidad, el público ansioso de novedades, soporta lo máximo cinco años a una primera figura. En ese tiempo, el torero que asciende, debe hacerse rico. Antiguamente, los matadores tenían mayor margen, si bien ganaban menos. Esto explica el por qué los toreros de ahora cobran más y por qué el espectáculo se ha ido haciendo tan costoso. Claro que el torero corre con una serie de gastos como el pago de la cuadrilla y la publicidad.
- ¿No es eso competencia de la empresa que presenta el espectáculo?
-¡No, qué va!. La propaganda es una cosa y la publicidad es otra. La empresa paga los avisos en los periódicos y los carteles en las calles. El torero paga a los cronistas para que hablen de él. El torero es como un mercado donde la publicidad es indispensable. Hay toreros que se hacen a costa de publicidad. Eso se paga, aquí y en la Cochinchina. Por ese concepto, en Venezuela debe presupuestarse un promedio de 8 a 10 mil bolívares por corrida.
- Hay un silencio dramático que rompe Girón, diciendo:
- La publicidad es uno de los gastos más elevados que tienen los toreros. Pero es natural. Quien quiere algo, debe pagar por ello. Estos son gastos previstos dentro del negocio.
Nuevo silencio y vuelve la voz de Girón a resonar en el salón:
- Pero no es eso solo. El matador debe enfrentar aún otro riesgo: el del empresario maula. De allí que para ponerse a cubierto de cualquier chuscada, de que el empresario desaparezca con el producto íntegro de la taquilla, en muchas plazas los diestros cobran por adelantado.
- ¿En Venezuela también?
- Por supuesto, aunque hay excepciones.
Girón señala que Lima es una de las plazas más serias.
El diestro se ha acercado en alguna forma a la literatura. Entre sus amigos se cuentan Jean Cocteau y varios escritores españoles. También Ernest Hemingway, el novelista norteamericano recientemente desaparecido se contó entre ellos.
Asegura, resuelto, que disfruta cuando viste el traje de luce.
- Como no tengo necesidad, me siento muy a gusto. Y no les miento, en absoluto, cuando les digo que, más que nunca, estoy enamorado de la profesión que escogí. Más enamorado que cuando empecé .Encuentro algo que no conocía. El deleite de torear para propia satisfacción. El placer de ejercer una profesión que tanta gloria y honor da.
- Ah... y cosa curiosa... no me explico cómo llegué al toreo! Primero quería ser ciclista. Después, boxeador. Posteriormente, pelotero. De haber escogido uno de esos caminos, probablemente estaría ahora colocando ladrillos en cualquier construcción. Pero empecé a repartir propaganda de toros y de repente me ví metido en el ambiente. Surgió el incidente aquel, cuando toreaban “Los Chicos de Querétaro”, acaso por envidia, pues uno de éllos era casi de mi edad y yo pensé que podía hacerla tan bien como él. Y me lancé de espontáneo.
Me había herido en lo profundo la afición por los toros. Estaba en mi camino.
Hoy, ya casado -con dos hijos y uno en camino: Mima, Daniela Verónica y César Antonio Girón Ricard- mi felicidad la constituyen mi hogar y los toros. Porque ahora sí sé por qué soy torero.
En la gráfica el diestro caraqueño entre sus entrevistadores Manuel Cabieces y Omar Pérez.
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